Coincidiendo con la detección de los primeros casos de viruela del mono en Occidente, circulan diferentes desinformaciones que vinculan el origen y las vías de transmisión de esta enfermedad con las vacunas contra la COVID-19.
«!!Qué CASUALIDAD!!! La VIRUELA DEL MONO, históricamente situada en el Congo, aparece ahora en países con altísimos niveles de vacunación con la mal llamada VACUNA COVID-19…en países controlados y dirigidos por títeres políticos del Foro Económico Mundial”, se puede leer en uno de los mensajes. En otra de las publicaciones se asegura lo siguiente: “Esta como secuela directa del veneno genico mal llamado vacuna covid. Eso es todo y los más osados dirán viruela de mono”.
Sin embargo, es falso. La vacuna contra la COVID-19 no causa la viruela del mono.
La viruela del mono: una enfermedad zoonótica con décadas de historia
De acuerdo con los datos de la Organización Mundial de la Salud, la viruela símica es una zoonosis viral, lo que significa que es transmitida a las personas por animales. El virus se identificó por primera vez en 1958 en el Instituto Serológico Estatal de Copenhague, en una población de simios que se utilizaban para investigar otras patologías, de ahí el nombre de la enfermedad. No obstante, se cree que los principales portadores son los roedores. También se considera un posible factor de riesgo es la inadecuada cocción de la carne de animales infectados.
En humanos se detectó por primera vez en 1970 en la República Democrática del Congo y por el momento es una enfermedad endémica en África que afecta a miles de personas cada año. También se han producido brotes en Occidente, mucho antes de la irrupción de la pandemia y de las vacunas, siempre ligados a viajes al continente africano, tal y como se explica en este artículo de INFOVERITAS.
La propagación de la enfermedad persona a persona no es sencilla. Como INFOVERITAS ya explicó con anterioridad, la transmisión se produce por contacto estrecho, contínuo y prolongado con secreciones infectadas de las vías respiratorias o lesiones cutáneas de una persona infectada, por eso resulta sencillo el contagio durante las relaciones sexuales.
No obstante, existen otras vías de transmisión. También se puede contagiar con objetos contaminados recientemente con los fluidos de la persona infectada, como pueden ser sábanas y toallas. En ningún momento se habla de que las vacunas en general o las vacunas contra la COVID-19 puedan suponer una vía de contagio.
“Si hubiera implicación con la vacuna, teniendo en cuenta el porcentaje de cobertura vacunal del SARS CoV2 en España, tendría que haber muchísimos casos, ¿no? Es absurdo hacer esta relación solo por el dato matemático”, apunta Dolo Vidal, profesora de microbiología de la facultad de medicina de la UCLM y miembro del grupo Docencia y Difusión de la Sociedad Española de Microbiología (SEM).
La vacuna de AstraZeneca utiliza adenovirus de chimpancés replicados que no causan la enfermedad
Algunas de las vacunas aprobadas y comercializadas en la Unión Europea, como la vacuna de Vaxzevria, antes conocida como AstraZeneca, y la vacuna Janssen, de los laboratorios Johnsson and Johnsson, contienen adenovirus modificados- los virus que causan los resfriados- para contener el gen para producir la proteína espiga del SARS-CoV-2. Actúan, por tanto, como transporte para llevar las instrucciones génicas a la célula.
Adelaida Sarukhan, inmunóloga y redactora científica en el Instituto de Salud Global de Barcelona (ISGlobal) señala a INFOVERITAS que “en el caso de las vacunas de Janssen se emplearon adenovirus que infectan a humanos y en el caso de las vacunas de AstraZeneca se utilizaron adenovirus que afectan a chimpancés (ChAdOx1)”.
Desde la Agencia Europea del Medicamento (EMA, por sus siglas en inglés) señalan cómo funciona la vacuna de AstraZeneca : “La vacuna administra el gen SARS-CoV-2 en las células del cuerpo. Las células usarán el gen para producir la proteína espiga. El sistema inmunológico de la persona reconocerá esta proteína como extraña y producirá anticuerpos y activará las células T (glóbulos blancos) para atacarla”. En el caso de que una persona se infecte con el virus SARS-CoV-2, su sistema inmunológico lo reconocerá y podrá defenderse.
Esta experta señala que «desde AstraZeneca optaron por el adenovirus de chimpancé, sencillamente porque el sistema inmune humano está acostumbrado a atacar a los adenovirus humanos y temieron que lo hicieran antes de realizar el trabajo de transportar la proteína espiga». Sin embargo, destaca que ese virus no se puede replicar y, por tanto, no puede causar la enfermedad.
Además, precisa que se utilizan los adenovirus de chimpancés y no de monos, que, aunque mantengan ciertas similitudes, son dos grupos primates diferentes.
La vacuna contra la COVID-19 no lleva el virus de la viruela
El virus que se utiliza en las vacunas contra la COVID-19, el adenovirus, es diferente al de la viruela del mono, que pertenece al género Orthopoxvirus. La experta Dolo Vidal, profesora de microbiología de la facultad de medicina de la UCLM es rotunda cuando se le pregunta por esta cuestión: “La viruela del mono no tiene nada que ver con la vacuna del SARS CoV2. No puede ser un efecto secundario porque la vacuna no lleva ese virus y, por lo tanto, no hay ninguna asociación”.
Las estadísticas también avalan su respuesta. “Mucha de la gente que ha desarrollado la viruela del mono ni siquiera había recibido la vacuna de AstraZeneca”, señala Adelaida Sarukhan. De hecho, se han detectado casos en Estados Unidos y allí la vacuna de AstraZeneca no ha sido aprobada, tal y como señalan desde el Centro para el Control de Enfermedades de Estados Unidos (CDC, por sus siglas en inglés).
Los monos de laboratorio tampoco pueden contagiar otros virus
La profesora Dolo Vidal explica también que la relación entre los casos de la viruela del mono con las vacunas realizadas con animales de laboratorio, donde puede haber monos o chimpancés, es totalmente falsa.
“En el proceso de fabricación de vacunas utilizando animales de laboratorio, las medidas de bioseguridad son extremas y no se utilizan animales infectados con otros virus (en este caso infectados con viruela). Los animales que se utilizan en experimentación animal o para realizar ensayos clínicos, son animales criados en cautividad, con extremas medidas de bioseguridad, y estan exentos de otras infecciones. Utilizar animales infectados con otros microorganismos no permitiría validar ensayos clínicos”, aclara.
Las reacciones adversas en la piel tampoco tienen que ver con la vacuna contra la COVID-19
Los efectos secundarios de las vacunas de la COVID-19 son frecuentes. Los más comunes son dolor de cabeza, dolor muscular, inflamación o dolor en el brazo. “Por poner un ejemplo muy sencillo, en las vacunas que ponemos a la población pediátrica, como la vacuna triple vírica, los bebés tienen un pico de fiebre en muchísimas ocasiones y nadie lo ha cuestionado, porque no pasa absolutamente nada. Ahora, como se registra todo para el SARS CoV2, nos hemos vuelto más susceptibles, pero como se ha podido comprobar, la letalidad del virus ha caído drásticamente gracias en gran parte al uso de estas vacunas”, apunta Dolo Vidal.
Por el momento, no se han detectado más que algunos casos raros de urticaria tras las vacunas. Sin embargo, las reacciones que podría provocar en la piel la vacuna de la COVID-19 no tienen nada que ver con las reacciones en la piel del virus de la viruela.
Fuentes
Organización Mundial de la Salud (OMS)
Declaraciones de Dolo Vidal, profesora de microbiología de la facultad de medicina de la UCLM y miembro del grupo Docencia y Difusión de la SEM (Sociedad Española de Microbiología)
Adelaida Sarukhan, inmunóloga y redactora científica en el Instituto de Salud Global de Barcelona (ISGlobal).
Agencia Europea del Medicamento (EMA, por sus siglas en inglés)
Centro para el Control de Enfermedades de Estados Unidos (CDC, por sus siglas en inglés)