El pasado 19 de febrero, la Comisión Europea inició un proceso formal contra TikTok para determinar si la red social había incumplido la Ley de Servicios Digitales en términos como “la protección de menores, la transparencia publicitaria o la gestión de riesgos del diseño adictivo y los contenidos nocivos”. Además, la Ciudad de Nueva York anunció el día 14 de dicho mes, de forma paralela una demanda contra empresas de este sector que “alimentan la crisis de salud mental juvenil en todo el país”.
Las redes sociales son plataformas de acceso generalizado desde edades muy tempranas, y, en ocasiones, puede resultar complicado regular los contenidos a los que acceden niños y adolescentes, lo que puede tener una repercusión negativa en su salud mental. Esto puede derivar en el desarrollo de determinadas problemáticas en este ámbito, como, entre otras, ansiedad, trastornos del sueño o complicaciones en las relaciones sociales.
¿Actualmente existe un problema de adicción a las redes sociales? ¿Qué impacto tienen estas plataformas en edades tempranas? Desde INFOVERITAS hemos contactado con expertos en la materia para ofrecer todas las claves sobre este tema.
¿Hay un problema de adicciones a las redes sociales?
Rubén Chacón, enfermero especialista en salud mental, explica que, en la actualidad, las personas, especialmente los jóvenes, tienen facilidad de acceso precoz a tecnologías y redes sociales. “Esto puede promover aspectos positivos, pero también generar problemas en el día a día”. Este experto afirma en que se habla de adicciones sociales o sin sustancia, “aunque también se prefiere incidir en que no existe la adicción a las redes sociales o a internet sino problemas de educación o de abuso, mal uso o dependencia, ya que son problemas de conducta desencadenados del acceso a la diversidad de contenidos”.
Chacón determina que esta adicción podría darse cuando se convierte en algo dañino para la persona, que no puede abandonar su uso, pierde el control sobre la conducta, y desarrolla dependencia psicológica o síndrome de abstinencia. “Entre los factores condicionantes se encuentran la vulnerabilidad psicológica (mayor en personas con estados emocionales de impulsividad, disforia, insomnio, preocupaciones frecuentes, dolores), los factores estresantes y el apoyo familiar y social (esencial para promover un uso controlado y supervisado, por ejemplo)”.
Por su parte, Alejandra Julio, psicóloga general sanitaria colaboradora de Confederación Salud Mental España, destaca que habría que aclarar la diferencia entre uso problemático y adicción. En el primer caso “se cruzan las barreras de consumo controlado, es como dar un salto, cruzar la línea”. El segundo se trata de “un proceso en el que predomina una imposibilidad de control, y el consumo se convierte en un objetivo vital”.
En cuanto a población joven, Julio señala que los porcentajes de adicción a la tecnología “pueden estar entre un 2% o 3%, y si hablamos de uso problemático, ese porcentaje aumenta exponencialmente de un 13% a un 15%, con lo cual, si tenemos en cuenta que el uso problemático en muchas ocasiones es la antesala de la adicción, resulta un problema preocupante. Así que podríamos decir que el problema existe, de igual manera que existe hacia otras sustancias o conductas”.
¿Cómo se detecta el problema?
Esta experta pone el acento en que se convierte en un problema cuando interfiere de forma negativa en el día a día, sin importar si el momento, o el contexto, es el adecuado, “ya que te produce tal ansiedad que no te permite decidir sobre el cuándo, el dónde… Y además disminuye la capacidad de disfrute”. Uno de los rasgos comunes es la necesidad imperiosa de estar conectado, unido a la pantalla, y la sensación de irritabilidad cuando no se puede. “Esta necesidad origina el abandono de otras actividades ya sean necesarias, obligatorias o de ocio”, concluye.
Por su parte, Chacón hace hincapié en que si las estrategias de afrontamiento del uso de redes sociales son adaptativas, es decir, que “se equilibra la participación en línea con la de ‘la vida real’, la persona tiene capacidad de autocontrol, prioriza actividades saludables y cuida su salud mental, dedica tiempo a estudiar o trabajar, a hacer ejercicio, a relacionarse con familia y amigos… No obstante, si estas estrategias son desadaptativas, con las que se mantiene una mayor participación online, “se pueden empezar a detectar ciertas señales de alarma de uso abusivo de las redes sociales”.
Algunas de las señales que enumera este experto son el aumento del tiempo de uso de redes sociales o dejar de lado actividades de la vida diaria, como relaciones sociales o el cuidado de la propia salud (abandonar el ejercicio físico, consumir más alimentos procesados o dormir menos de cinco horas, ejemplifica). También recibir quejas de amigos o familiares por el uso de internet o no conseguir disminuir el tiempo de conexión tras proponérselo son otras de las señales.
Además, Chacón señala que salir menos a la calle y no relacionarse con otros, así como disminuir el rendimiento escolar o laboral o ver incrementada la irritabilidad o los sentimientos de euforia anómalos ante la exposición a un dispositivo son también indicativos del problema. Por último, experimentar sentimientos de dependencia física o psicológica cuando no se tiene acceso a una red social, como ansiedad, impaciencia, inquietud, alteraciones del humor, tristeza, irritabilidad o pensamientos rumiativos (pensamientos negativos en bucle) o saltarse el control parental o mentir sobre el tiempo de uso son también señales.
¿Es un problema de salud pública?
La psicóloga Alejandra Julio afirma que, desde el punto de vista que la problemática de las redes sociales afecta negativamente a una parte importante de la población, podría considerarse un problema de salud pública. “Lo que sucede es que no existe una concienciación del problema, como pasa con otras sustancias o conductas. Al no ser una conducta ruidosa, hace que no se produzca una repercusión significativa y en consecuencia no se valore como un riesgo real. Es un impacto silencioso pero lacerante”. Sin embargo, puntualiza que no todas las personas que tienen a mano un dispositivo son susceptibles de convertirse en adictas. Lo que marca la diferencia es el uso que se hace de él; aunque “hay grupos de población más vulnerables a esa posibilidad”.
“Es relevante la necesidad social que existe de proteger el autocuidado en estos medios digitales, y la salud mental más específicamente, para potenciar conductas saludables y evitar problemas de salud”, continúa el enfermero Rubén Chacón. “Por tanto, el uso abusivo de las redes sociales se puede considerar como un problema de salud pública, ya que afecta a un grupo importante de la población, como son los adolescentes y jóvenes”, coincide.
Además, subraya que los efectos que provocan internet y las redes sociales en los adolescentes y su salud son una “preocupación creciente” en los gobiernos, sociedades y profesionales de la salud, “que proponen estrategias de utilización segura”.
¿Qué impacto tienen las redes sociales en el público joven?
“La juventud es una etapa de cambios, curiosidad, autodescubrimiento…”, comienza Julio. Y esas circunstancias hacen que sea una población especialmente vulnerable en muchos aspectos. “Son momentos clave en la construcción de la identidad. La exposición a las redes puede acentuar problemas de salud mental de base y en otras ocasiones propiciarlos debido a un uso inadecuado”, profundiza. En lo que respecta a las personas jóvenes, es necesario hacer entre todos un trabajo preventivo, con la finalidad de que el uso no se convierta en problemático, explica.
Chacón, por otra parte, afirma que los jóvenes acceden a las redes sociales desde sus necesidades de desarrollo por tener conocimientos y vivencias, como conocer gente nueva, entretenerse, informarse…, y desde la propia curiosidad. “Nacen ya inmersos en el mundo de la cibercomunicación, por tanto, es una necesidad humana de relacionarse con su entorno. Además, los adolescentes, en su proceso continuo de construcción física, psicológica y social, son sensibles a los modelos de conducta que se difunden por redes sociales, donde el límite entre lo privado y lo público es difuso”. En esta etapa vital, continúa, se está construyendo el autoconcepto, la identidad, la autoestima… por tanto, existe mayor vulnerabilidad y susceptibilidad a sufrir daños en la salud mental.
Las redes sociales tienen un impacto tanto a nivel físico como psicosocial, y pueden generar repercusiones positivas y negativas. Para este experto, entre las positivas se encuentran mantenerse actualizado, la posibilidad de relacionar con otros, potenciar la creatividad, buscar entretenimiento y diversión, aprendizaje educativo, buscar trabajo, etc. Las consecuencias negativas, asegura, pueden ser aumento de irritabilidad, problemas de sueño, pérdida de capacidad de control, entre otras, y estar expuestos a peligros como el uso abusivo, ciberbullying, grooming y sexting.
¿Qué trastornos puede desarrollar una persona adicta a redes sociales?
“Cuando el uso de las redes sociales se convierte en un fin y no en un medio, o cuando se reciben amenazas, pueden aparecer problemas de salud mental”, comienza Chacón. Según este experto, el uso abusivo de las tecnologías puede generar síntomas depresivos, problemas de autoestima, aislamiento social, analfabetismo relacional, ansiedad, obsesiones, insomnio, ideación suicida, entre otros.
En este sentido, para Julio, los afectados pueden desarrollar sintomatología ansiosa, trastornos de sueño, dificultades en el desenvolvimiento social producido por el aislamiento, baja tolerancia a la frustración y a los estímulos negativos, conducta impulsiva o empeorar trastornos como pueden ser la depresión y los TCA. “No necesariamente hablamos de una relación directa de causa efecto inevitable, pero sí de un aumento de la probabilidad”.
En este sentido, el enfermero insiste en que, además, las personas que padecían problemas de salud mental previos, como depresión, hiperactividad, fobia social o problemas de relación, tienen mayor riesgo de “engancharse a internet”. Asimismo, un mayor empleo de la red “puede asociarse al aumento de adicciones de sustancias tóxicas, y al abuso de comida basura, pudiendo aumentar la aparición de sobrepeso u obesidad”.
En cuanto a la autoimagen, “en las redes sociales se cosifica y deforma la imagen corporal”, y los jóvenes están expuestos a adoptar modelos de conducta que generan problemas de salud en la conducta alimentaria, como anorexia y bulimia nerviosas. Por otra parte, “cuando existe un problema de ciberadicción, ciberbullying, grooming o sexting, la persona puede experimentar problemas psicológicos de mayor envergadura a un enfrentamiento cara a cara, debido a que se realiza en cualquier lugar y momento del día, y puede llegar a una cantidad ilimitada de personas, con todo lo que eso conlleva”, concluye.
¿Cuál es la terapia más indicada para esta problemática?
Ambos expertos coinciden en que la mejor terapia es la prevención, y Chacón profundiza también en la detección precoz y la promoción de la salud. “En una visión general, diría que en estos momentos la terapia a las personas que están pasando por un proceso adictivo a internet desde una vertiente psicológica es parecida a la que se utiliza para cualquier otro tipo de adicciones”, explica, por su parte, Alejandra Julio.
En esto se trabajan, entre otros, los aspectos psicológicos y de aprendizaje, “teniendo en cuenta la singularidad de la persona, sus herramientas emocionales, etc.”. Una particularidad de este enfoque es que, en vez de centrarse en la abstinencia, “como se hace con la adicción a sustancias como la cocaína, en este caso se hace énfasis en el aprendizaje de la modulación y la regulación de la conducta”.
“El acceso a internet y a las redes es fácil y gratis, la información que fluye es infinita, con lo cual aprender a armonizar esta relación es un pilar trascendental para un uso fuera de parámetros del abuso y de adicción”, finaliza esta experta.
Para la prevención y la detección precoz y la promoción de la salud, “las enfermeras se encuentran en una posición idónea para promover el autocuidado en el uso de las redes sociales, educando en la utilización adecuada y saludable de las tecnologías, realizando una atención temprana y detectando problemas de salud, junto con otros agentes sociales (profesores, familias, policía…) y otros profesionales de la salud”, amplía Chacón.
Desde la prevención primaria, estas profesionales pueden trabajar desde la necesidad de promocionar la salud mental positiva, continúa, de la población infanto-juvenil con el fin de realizar una transición a la etapa adulta “de forma exitosa y formar comunidades sanas y productivas”.
Además, se debe también trabajar en los determinantes sociales de salud y “fortalecer los factores de protección y disminuir los de riesgo. Por ejemplo, los adolescentes que no tienen una supervisión de sus padres o están en desempleo con condiciones socioeconómicas bajas, tienen mayor riesgo de realizar un uso abusivo de las tecnologías y aumenta el fracaso escolar”, explica el enfermero. “Por tanto, la desigualdad social es un determinante decisivo que debe ser corregido. Es importante educar a las familias para que dispongan de los recursos necesarios para inculcar un uso responsable de Internet y redes sociales desde la infancia”.
Cuando la persona experimenta repercusiones negativas en su salud, es fundamental acompañarle en el proceso de recuperación, con intervenciones de apoyo, educativas “y de proyección psicosocial de los cuidados”, profundiza. Se debe informar sobre la limitación del uso de aparatos, ubicarlos preferiblemente en espacios comunes, “y animar a pactar horas de uso, no más de 1,5-2 horas diarias, salvo fines de semana, a fomentar la relación y el diálogo con otras personas, potenciar aficiones como lectura, teatro, cine, ejercicio físico y actividades en equipo, antes de que la afición se convierta en una adición”.
Por otro lado, si el problema de adicción a las redes sociales está instaurado se puede iniciar un apoyo terapéutico “siempre y cuando la persona tenga deseo de cambio”. No se ha delimitado un tratamiento estándar, informa, pero las intervenciones más efectivas incluyen la terapia cognitivo-conductual, el asesoramiento multinivel y la entrevista motivacional. “También se puede usar la terapia de choque centrada en el aprendizaje de respuestas de afrontamiento adecuadas ante situaciones de riesgo, seguido de una exposición programada y supervisada a las situaciones de riesgo de la conducta adictiva, fortaleciendo su autoconfianza y autoestima para hacer frente a estas amenazas externas”.
Además, destaca que, cuando se detecta pensamiento suicida por redes sociales, se ha comprobado que la intervención de amigos cercanos es fundamental en su prevención, así como buscar ayuda profesional si se precisa.
Fuentes
Web de la Comisión Europea
Página oficial de la Ciudad de Nueva York
Declaraciones de Rubén Chacón, enfermero de salud mental y miembro de la Asociación Española de Enfermería de Salud Mental (AEESME)
Palabras de Alejandra Julio, psicóloga general sanitaria colaboradora de Confederación Salud Mental España