El pasado 29 de enero, la revista Nature Medicine publicó un artículo llamado “Enfermedad de Alzheimer iatrogénica en receptores de hormona de crecimiento derivada de la hipófisis cadavérica”, cuyo primer autor es Gargi Banerjee, de la Clínica Nacional de Priones Hospital Nacional de Neurología y Neurocirugía, en Londres. En este estudio se discutía la posibilidad de que el alzhéimer fuera transmisible bajo determinadas circunstancias.
El doctor Guillermo García Ribas, de la Unidad de Deterioro Cognitivo y Demencias del Hospital Universitario Ramón y Cajal, explica que hace años se halló que en los cerebros de personas fallecidas a las que de niños se les había administrado hormona del crecimiento proveniente de extractos humanos se encontraron restos de proteínas vinculadas con esta patología.
Los autores del artículo han repasado, en este sentido, todos los registros de este grupo de personas y han identificado a cinco pacientes que han padecido alzhéimer que, “por sus características atípicas (edad de presentación, curso clínico más acelerado, síntomas) es muy probable que fuera por transmisión”.
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El alzhéimer no es contagioso, sino transmisible, pero bajo circunstancias “extremadamente” raras
El doctor David Pérez, miembro del de Estudio de Conducta y Demencias de la Sociedad Española de Neurología, destaca, por su parte, que los investigadores responsables del estudio, “si seguimos su razonamiento, en ningún caso dicen que la enfermedad de Alzheimer sea contagiosa”. En todo caso, en circunstancias “extremadamente raras”, podría ser transmisible de un humano a otro, añade en la explicación facilitada a INFOVERITAS por la Sociedad Española de Neurología.
El doctor García Ribas profundiza al afirmar que los casos de transmisión ocurrieron con la introducción de tejidos humanos provenientes de cadáver en pacientes. “Desde hace varias décadas, se utilizan ya hormonas sintéticas obtenidas mediante técnicas de recombinación genética”, ahonda. La posibilidad de transmisión se daría con el contacto de tejido cerebral de un humano a otro, “lo que es extremadamente raro”, dado que el cerebro está protegido del exterior por todo el cráneo y las meninges, coincide este experto.
Para la Sociedad Española de Neurología, es imposible que esto ocurra porque las hormonas del crecimiento que actualmente se usan son sintéticas, no se extraen de ningún cadáver. Además, las medidas que ahora se emplean para evitar que el tejido cerebral humano entre en contacto con tejido cerebral son muy estrictas.
El alzhéimer no es contagioso. Se entiende por contagio que una enfermedad se transmita a través de una vía que no sea tejido u órgano, como el aire, en pequeñas gotas u otros fluidos biológicos, como sangre y orina.
¿Qué novedad ha traído este estudio?
El doctor Pérez apunta que los autores del trabajo ya habían publicado otros, desde hace años, sobre las investigaciones que han llevado a cabo como centro de referencia para detectar problemas en niños y adolescentes que recibieron una hormona de crecimiento extraída de hipófisis (un órgano encargado de producir hormonas) de cadáveres. “Este centro lleva años analizado la evolución de más de 1.800 receptores de esta hormona y, entre otras cosas, ya habían publicado previamente la detección de 80 casos de enfermedad priónica debido a haber recibido una hormona de crecimiento por esta vía”, argumenta. Esta, añade, es una vía ya conocida de trasmisión de enfermedad priónica, “por lo que esta técnica está desechada desde hace décadas, afortunadamente”.
Estas enfermedades priónicas (provocadas por priones, un agente infeccioso compuesto por proteínas) son las también llamadas encefalopatías espongiformes (la más conocida es la famosa enfermedad de las vacas locas). Se trata de un grupo de enfermedades neurodegenerativas “entre las que no se incluye” el alzhéimer, continúa el doctor Pérez. Sin embargo, el alzhéimer no es una enfermedad priónica, aunque sea una demencia.
La novedad del estudio “es que ahora publican ocho nuevos casos derivados al centro por deterioro cognitivo y/o demencia”, de los que en al menos cinco se han encontrado datos comunes a la enfermedad de Alzheimer. “Además, ya habían pasado, en muchos casos, más de 30 años desde la toma de la hormona”, recalca.
Los pacientes que tomaron la hormona de crecimiento eran niños que tenían tumores craneales o malformaciones complejas, con un historial médico con múltiples intervenciones, y al menos la mitad recibieron radioterapia. También se conocía ya que algunos cadáveres donantes de esta hormona tenían beta-amiloide cerebral (una proteína común en las personas con alzhéimer, pero no el único indicador), “aunque este es un hallazgo muy frecuente en ancianos: más de un tercio de las personas de más de 80 años tienen beta-amiloide cerebral”.
En opinión de este experto, “la clínica de estos nuevos ocho pacientes es bastante atípica y no recuerda a una enfermedad de Alzheimer, tanto por su aparición precoz como por su rápida progresión, así como su presentación, ya que la mayoría tenían síntomas cognitivos múltiples, no solo con alteración de memoria”, como ocurre con esta patología.
No obstante, añade el doctor Pérez, la hipótesis que quieren demostrar con este nuevo estudio es que posiblemente en las hipófisis de los cadáveres existían rastros de beta-amiloide que no fueron eliminados en el proceso y que pasaron a los pacientes con el extracto de hormona de crecimiento. “Los autores postulan que, de forma similar a lo que ocurre con la proteína priónica, el beta-amiloide viajaría hasta el cerebro y allí produciría un cambio en la proteína precursora de amiloide trasformando proteínas normales en anómalas”, concluye.
De acuerdo con la Sociedad Española de Neurología, el equipo responsable del estudio llevaba años trabajando con esto y ya habían demostrado que los priones se pueden transmitir implantando extractos de hipófisis con priones (en este caso, eran hormonas del crecimiento provenientes de cadáveres) en otras personas. Esto es lo que puede generar, en personas que hayan recibido los implantes con priones, que lleguen a desarrollar una enfermedad priónica. Es, según la entidad, lo que ocurrió con la enfermedad de las vacas locas.
Lo que postula el artículo es que quizá la beta-amiloide puede transmitirse, en estas condiciones «extremadamente raras» de usar tejido cerebral de ciertas personas para implantárselo a otras, de la misma forma que los priones.
Este tipo de técnicas están “proscritas” desde hace años
La enfermedad de Alzheimer se debe a un problema en la conformación y estructura de algunas de nuestras proteínas, explica el doctor García Ribas. Este estudio nos muestra que el contacto con una proteína anormal puede inducir la alteración de nuestras proteínas e iniciar el proceso de la enfermedad. “Lo que este estudio nos enseña es que podemos manipular las proteínas para evitar que el contacto de unas con otras las haga anormales y abre nuevas vías de búsqueda de medicamentos que refuercen los mecanismos de protección de las vías que intervienen en el control de nuestras proteínas”, destaca.
Por su parte, la doctora Raquel Sánchez del Valle, coordinadora del Grupo de Estudio de Conducta y Demencias de la Sociedad Española de Neurología, apunta que lo más relevante del estudio es que, “como los mismos autores comentan, existen mecanismos potenciales de transmisión de enfermedades priónicas: como el uso de extractos hipofisarios para uso humano (como los que se describe en el artículo)”, según su opinión, también facilitada a INFOVERITAS por la Sociedad Española de Neurología.
En cualquier caso, enfatiza, estas técnicas “hace ya muchos años que han sido proscritas”, por lo que se ha eliminado, “de forma razonable”, la posibilidad de transmisión entre humanos y a través de procedimientos médicos de las enfermedades priónicas y otras enfermedades neurodegenerativas “que pudieran tener, en teoría, mecanismos similares de transmisión”, como el alzhéimer, “tal y como hipotetizan en este nuevo estudio”.
De esta forma, “las personas con enfermedades neurodegenerativas se excluyen ya desde hace años como donantes de tejidos por la remota posibilidad de que puedan transmitir la enfermedad y como medida extra de precaución”, puntualiza esta experta.
Además, dicha transmisión puede darse únicamente si tejido cerebral humano entra en contacto con tejido cerebral, informa el doctor García Ribas. “Esto solamente puede ocurrir en circunstancias muy excepcionales como serían algunas autopsias o en algunas cirugías. En estos casos, las medidas de protección ya se toman desde hace años y son muy estrictas”.
Una hipótesis “controvertida y discutida”
Para el doctor Pérez, este trabajo tiene “limitaciones, por lo que hay que ser cautelosos, incluso, para valorar la posibilidad de la trasmisión (nunca contagiosidad)”. Este experto argumenta, en primer lugar, que la muestra de pacientes presentaba secuelas previas (cáncer o malformaciones) y recibieron radioterapia “que podría inducir depósito de beta-amiloide”.
Seguidamente, que el cuadro clínico “no es en ningún caso la presentación de una enfermedad de Alzheimer habitual, sino un cuadro atípico y de curso atípico”. Es decir, “podría decirse que es una enfermedad neurodegenerativa con datos en el cerebro que recuerdan” al alzhéimer.
Este experto añade que la hipótesis de que la beta amiloide se comporte como un prion (una proteína infecciosa que puede ser responsable de varias enfermedades neurodegenerativas) es, “al menos, controvertida y discutida. Y aunque los autores suponen en este estudio que potencialmente el beta-amiloide puede ‘invadir’ el cerebro y trasformar proteínas normales en anómalas, no está demostrado con evidencia suficiente. Además, sorprende la paradoja de que una enfermedad rarísima, como las enfermedades priónicas, en este contexto, hayan producido hasta 80 potenciales transmisiones y, en cambio, de algo tan frecuente como el alzhéimer, en el mismo grupo, tan solo hayan encontrado cinco casos discutibles”.
Por otra parte, añade, todo este estudio se enfoca “en el hallazgo de beta amiloide, pero no hay una relación unívoca entre dicha sustancia en la hipófisis de los cadáveres y su aparición en el cerebro de los pacientes, porque también podría interpretarse de otras formas alternativas”.
Por último, el doctor Pérez añade que “la comunidad científica” cada vez encuentra más evidencias del papel necesario, pero insuficiente, de la beta amiloide en el desarrollo de esta enfermedad. “Lo más posible es que existan otros elementos, aún desconocidos, detrás del origen de la enfermedad y no solo la beta amiloide. Además, es poco explicable que solo existan cinco casos de 1.800 tratados cuando más de un 1/3 de las personas mayores de 80 años tienen acúmulo de beta amiloide cerebral”.
¿Cuáles son las principales conclusiones del artículo?
El doctor García Ribas apunta que la principal conclusión de la investigación publicada en Nature Medicine es que las enfermedades neurodegenerativas, como el alzhéimer, se deben a cambios moleculares en nuestras proteínas. “Estos cambios pueden desarrollarse por el contacto con proteínas externas y por tanto son enfermedades dinámicas” y aquellas cosas que influyen en la fabricación de estas proteínas puede influir en el desarrollo de la enfermedad.
Las proteínas están formadas por aminoácidos que obtenemos de la dieta y que se oxidan y se modifican por condiciones como la actividad física, el tono muscular y la oxigenación. Por tanto, hay que “seguir recomendando la adherencia a una dieta sana y a una salud cardiovascular y ejercicio físico regular”.
A modo de conclusión, el doctor Pérez señala que el trabajo aporta algunas evidencias de que se pueden generar acúmulos de beta amiloide de forma transmisible, pero nunca contagiosa. Y siempre en unas circunstancias excepcionales, como ha sido este caso, en el que se ha recibido una hormona de crecimiento extraída de cadáveres.
“En medicina siempre hay que ser cautelosos y por tanto es necesario extremar las medidas de esterilización de material quirúrgico, especialmente si se usan en sistema nervioso, y evitar material extraído de cerebros para su uso médico”, concluye.
Fuentes
“Enfermedad de Alzheimer iatrogénica en receptores de hormona de crecimiento derivada de la hipófisis cadavérica”, en Nature Medicine
Declaraciones del doctor Guillermo García Ribas, de la Unidad de Deterioro Cognitivo y Demencias del Hospital Universitario Ramón y Cajal
Explicación del doctor David Pérez, miembro del Grupo de Estudio de Conducta y Demencias de la Sociedad Española de Neurología, facilitada por la Sociedad Española de Neurología
Opinión de la doctora Raquel Sánchez del Valle, coordinadora del Grupo de Estudio de Conducta y Demencias de la Sociedad Española de Neurología, facilitada por la Sociedad Española de Neurología
Sociedad Española de Neurología