Desde 2015, el 4 de marzo se celebra todos los años el Día Mundial de la Obesidad. Este año, la efeméride se organiza bajo el lema: «Hablemos de obesidad», según la página oficial del día. La Organización Mundial de la Salud define la obesidad como “una enfermedad multifactorial compleja definida por un exceso de adiposidad”. En su informe WHO European Regional Obesity Report, publicado en 2022, alertaron de que el sobrepeso y la obesidad afectan a casi el 60% de los adultos y a casi uno de cada tres niños en Europa.
En población infantil, la situación no mejora. Por ejemplo, España es el cuarto país de la Unión Europea con mayor tasa de prevalencia de exceso de peso en niños de 7 a 9 años. Un 38,5% y un 39,3% de niños y niñas españoles, respectivamente, están por encima del peso recomendado según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS) en su estudio COSI (Chilhood Obesity Surveillance Initiative).
Según las cifras difundidas por la World Obesity Federation, en 2035 la obesidad va a afectar a 1,9 mil millones de personas en todo el mundo y se prevé un aumento del 100% de la obesidad infantil. Además, para esa fecha, el impacto económico global de la enfermedad se estima en 4,39 trillones de dólares.
El estigma social hacia la obesidad existe
Tener obesidad no es fruto de una sola causa. Cuando vemos a una persona con sobrepreso automáticamente pensamos que el único motivo por el que lo padece es por los hábitos alimentarios. Pero no, las raíces de la obesidad (como las denomina World Obesity) son de varios tipos, algunas se pueden modificar pero otras no.
Por un lado, en la obesidad influyen las causas biológicas, el tipo de alimento que se comercializa (como los ultraprocesados), el riesgo genético o las dificultades de acceso a la sanidad. Pero también citan como causas los acontecimientos de la vida o la salud mental.
El estigma social de la obesidad existe y afecta a la salud mental de las personas que la padecen. Ese estigma contribuye a reforzar la opinión de que este problema es responsabilidad del individuo que la padece. Y desde la World Obesity inciden en que “experimentar parcialidades sistemáticas no ayuda a las personas a adoptar estilos de vida más saludables. En realidad, lo hace más difícil”.
La culpa no es de la persona que padece obesidad
La psicóloga y miembro del equipo de psiconutrición del centro Julia Farré Anna Gómez considera que es importante “animar a las personas a que escuchen lo que realmente necesitan y romper esas barreras de la sociedad, de lo que se espera de nosotros”. Y es que muchas personas que padecen problemas de obesidad se ven influidas por “no sentirse cómodas con la imagen y el miedo a que los juzguen otras personas”.
“Durante muchos años se ha premiado mucho la delgadez”, apunta Gómez. “Muchos pacientes sí que comentan esa presión que han sentido respecto a ponerse cierto tipo de ropa y no sentirse a gusto porque en la sociedad no se consideraría como adecuado. (…) Los estereotipos o ideales estéticos provienen de inputs que recibimos de la sociedad, esa influencia que recibimos sin apenas darnos cuenta a través de la publicidad, la moda o incluso en redes sociales donde, de nuevo, se está retomando la tendencia a la delgadez”.
Psiconutrición: alteraciones psicológicas frecuentes en personas con obesidad
La psicología de la obesidad está orientada principalmente a la detección, diagnóstico y tratamiento de dificultades psicológicas que pueden aparecer relacionadas con la obesidad.
“Hay tantos factores que pueden influir que centrarnos solo en la alimentación sería quedarnos cortos realmente”, apunta Anna Gómez. Aunque eso sí, matiza que “padecer obesidad no significa que tenga que aparecer necesariamente un trastorno”.
Además de la insatisfacción o la distorsión de la imagen corporal que comentábamos en relación al estigma social de la obesidad, existen otros aspectos psicológicos relacionados con esta enfermedad. Por ejemplo, el desorden y alteración en la relación con la comida.
A la hora de afrontar este aspecto, Anna Gómez nos explica que es muy importante ver qué sucede con la alimentación, porque “muchas veces puede ocurrir que aparezca el hambre emocional”. Gómez destaca la importancia de este término, el de hambre emocional, ya que es distinto al hambre fisiológico.
“La ingesta emocional es la que viene llamada por las emociones que se han gestionado a través del hambre. Y la ingesta fisiológica es porque puramente mi cuerpo necesita esa energía”.
Cambiar de hábitos: el factor motivación importa para combatir la obesidad
Una vez que la persona toma la decisión es cuando empieza el camino hacia el cambio de hábitos. De hecho, Anna Gómez nos explica que “en los casos en los que realmente la alimentación está dominando más que la decisión de la persona, la misma motivación para el cambio ya hace que quieran cambiar de hábitos por lo desagradable que les resulta aplicarlos».
Es por eso que, primero, en el ámbito profesional tratan de identificar de dónde viene el problema de la relación con la comida y qué se va a hacer. “Elegir qué técnicas de gestión de alimentación, en el sentido de tener unas pautas más planificadas, aunque sean saludables, pero sin restricciones. Porque además siempre hay una historia de dieta detrás con mucha frustración». Por eso, apunta, es muy importante ver la relación que esa persona tiene con la comida.
Pero en el camino hacia el cambio de hábitos siempre hay complicaciones. “La dificultad que normalmente nos encontramos. Esa necesidad de ajustar expectativas”, nos cuenta Gómez.
Por eso, cuando se toma la decisión de cambiar de hábitos, es importante permitirse “tiempo de experimentar, de ir viendo, de ir comiendo distinto, de ir incorporando rutinas nuevas, de ir cambiando hábitos, porque no esperemos tampoco resultados de la noche a la mañana”, nos cuenta Gómez.
«Pobresidad», la economía influye en lo nutricional
Con motivo del Día Mundial de la Obesidad, el Colegio Oficial de Dietistas-Nutricionistas de Valencia (CODiNuCoVa) ha desarrollado el proyecto Evaluación Nutricional de la Población Infantil en Valencia (ENPIV). El nivel adquisitivo también influye en cuanto a la propensión o no de padecer obesidad.
Aunque hay que tener en cuenta que los datos analizan únicamente la situación de la región, el estudio ha constatado que el 40% de las familias con menores con problemas de malnutrición por exceso tiene rentas inferiores a 12.000 euros anuales.
De ahí surge el término «pobresidad», acuñado por el presidente de organización colegial, Luis Cabañas. “Hablábamos de pobresidad cuando intuíamos que esto podía estar pasando. Ahora lo sabemos con las cifras en la mano: cuatro de cada diez hogares en los que hay niños y niñas con sobrepreso y obesidad reconocen tener problemas para llegar a fin de mes”, explica Cabañas.
En la encuesta analizaron las medidas y los datos antropométricos de los menores participantes, y además entrevistaron a sus familiares para hablar sobre hábitos, consumo y alimentación. De una de las preguntas realizadas, para descubrir si detrás de ese sobrepeso existía algún condicionante económico, algunos progenitores aseguraron que si no podían comer alimentos saludables o nutritivos era por falta de recursos.
Fuentes
Nota de prensa del Colegio Oficial de Dietistas-Nutricionistas de la Comunidad Valenciana
Página web de la Clínica Julia Farré de Barcelona
Entrevista con Anna Gómez, psicóloga del equipo de psiconutrición del centro Julia Farré