El 25 de julio de 2023, la revista Nature Communications publicó un artículo de los investigadores Peter Ditlevsen y Susanne Ditlevsen que sugería que la circulación del océano Atlántico podría colapsar entre 2025 y 2095 por el cambio climático. En concreto señalan que ese colapso podría darse a mitad de este siglo.
A raíz de la difusión de ese trabajo, comenzaron a circular titulares como el siguiente: “La circulación de los océanos puede interrumpirse a partir de 2025, causando una glaciación en Europa” o “Este es el año exacto de la posible glaciación de Europa por el ‘parón’ del Atlántico”.
No obstante, este aviso no es nuevo. Científicos del Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés) alertaron con anterioridad sobre el colapso de esta corriente. La diferencia es que este nuevo estudio ofrece con cierta precisión la fecha del colapso, basándose en modelos estadísticos que todavía no han demostrado ser lo suficientemente robustos, lo que no quiere decir que no lo sean. Sea como sea, todos los expertos coinciden en la importancia tomar medidas de forma inmediata para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero. Aquí te contamos lo que sabemos.
Para empezar, ¿qué es la corriente oceánica atlántica?
La Corriente Circular del Atlántico Norte (AMOC, por sus siglas en inglés) hace referencia a la circulación global del océano. En este hilo de Twitter, la Aemet explica que existen dos tipos de corrientes: las que circulan en superficie y las que circulan por el océano profundo. Las primeras están controladas por los cambios de viento, mientras que las segundas se producen por cambios en la temperatura y en la salinidad, por eso se le conoce como circulación termohalina.
🧵Es noticia estos días la circulación de retorno meridional del Atlántico (AMOC). En este hilo te explicamos más sobre las corrientes oceánicas y qué consecuencias podría tener su posible colapso, así de como fueron los colapsos en el pasado. pic.twitter.com/vbupVzlsH4
— AEMET (@AEMET_Esp) July 26, 2023
Este fenómeno es vital para la regulación del clima en el hemisferio norte, ya que permite que las aguas cálidas viajen de bajas latitudes a altas latitudes (Europa) y produce el enfriamiento de las aguas cálidas procedentes de las zonas tropicales, especialmente del océano Antártico, transportándolas hacia el sur.
Buena parte del buen clima europeo es consecuencia de esta corriente. Si estas corrientes no existiesen, “el clima europeo sería mucho más frío”, explica Jorge Álvarez Solas, profesor de Astrofísica y Física de la Tierra de la Universidad Complutense de Madrid (UCM), ya que este fenómeno “atempera el clima.” Sin embargo, no provocaría ni mucho menos una glaciación, como aseguran algunos medios de comunicación, ya que la horquilla estimada de disminución de la temperatura “se sitúa en torno a 5 y 10 grados centígrados”, especifica el experto.
Con estos datos y las altas temperaturas que sufre Europa, podría parecer que este colapso podría tener ciertos beneficios, especialmente para los acalorados ciudadanos del viejo continente. Sin embargo, el debilitamiento o colapso de estas corrientes contribuiría a la “pérdida de hielo en la Antártida y al aumento de las temperaturas en el trópico”, indica Álvarez Solas. Además, su correcto funcionamiento es fundamental para oxigenar el fondo marino y para mantener con vida a los seres vivos que habitan en él.
¿Por qué hay tanta polémica con la investigación?
La investigación publicada por Nature Communications adelanta la fecha estimada en la que se producirá el colapso de la corriente circular del atlántico norte que hasta este momento habían calculado otros expertos, como el Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés). Es decir, aporta pruebas de que la catástrofe está más cerca de lo que pensábamos. De acuerdo a las estimaciones de los expertos del IPCC, este colapso o debilitamiento no se producirá este siglo.
Sin embargo, el experto llama a la cautela, ya que el trabajo estima probabilidades de que ocurra. Para ello se basa en estimaciones modelos estadísticos que todavía no han demostrado ser lo suficientemente robustos, lo que no quiere decir que no lo sean. Simplemente significa que son necesarios más datos y predicciones respecto al tema que confirmen las fechas de colapso que ofrece el artículo.
En cualquier caso, implica que vamos por el mal camino. Ocurra cuando ocurra, el profesor de Astrofísica y Física de la Tierra advierte que el problema es que si se produce el colapso nos enfrentamos a un punto de no retorno o punto de inflexión. Esto significa que no hay marcha atrás. Es decir, que no sería suficiente con volver a los niveles actuales de emisión de CO2.
Si esto sucediera, se pueden desencadenar alteraciones climáticas difíciles de predecir y las consecuencias en el medio ambiente serían muy inciertas. “Para empezar, no se sabe si este colapso sería total o más débil”, señala el experto. Y, por tanto, estaríamos en un escenario de incertidumbre. Aunque se sabe que traería cambios irreversibles en el clima y se produciría la subida del mar en algunas zonas.
Para evitar que esto suceda, Álvarez Solas explica que es fundamental disminuir las emisiones de gases de efecto invernadero. Y toca ponerse las pilas, porque los científicos coinciden en que tenemos poco tiempo para evitar que el colapso de esta corriente sea duradero.
Fuentes
Declaraciones de Jorge Álvarez Solas, profesor de Astrofísica y Física de la Tierra de la Universidad Complutense de Madrid (UCM)
Artículo de la revista Nature Communications sobre el colapso de la AMOC
Hilo de Twitter de Aemet sobre la corriente circular del Atlántico Norte