Los datos del Instituto Nacional de Estadística (INE) indican que, el pasado año, hubo 3.625 muertes por ahogamiento, sumersión o sofocación accidental. Son los últimos datos provisionales, referentes a 2023, publicados el 26 de junio de 2024.
El PDF descargable del INE con los datos de mortalidad revelan que, en total, esta cifra es un 11,8% menor que en 2022, cuando se alcanzaron los 4.108 fallecimientos por esta causa. No obstante, el de este año es el segundo dato más alto en la serie 2019-2023.
Desde INFOVERITAS nos hemos puesto en contacto con expertos de distintos ámbitos para tratar el tema de los ahogamientos y conocer así cómo se puede disminuir el riesgo. Todos coinciden en señalar algunos aspectos de esta problemática y enfatizan en la necesidad de aumentar la prevención y evitar el exceso de confianza en el agua, no solo en el mar, también en las piscinas domésticas.
¿Por qué se producen los ahogamientos?
Julián Sánchez, coordinador de Equipos Técnicos y Logística del SUMMA 112, señala el exceso de confianza como la causa principal de que se produzcan los ahogamientos. Sánchez amplía al comentar que los bañistas se aventuran a meterse en el agua sin tener los conocimientos necesarios o el nivel de natación adecuado, tanto en el mar como en la piscina o en el pantano.
“Después de estos años, en los que hemos tenido un poco de pausa, estamos saliendo bastante más que antes y digamos que nos atrevemos a más cosas”, explica. “Nos estamos encontrando con este exceso de confianza; otros años se ha dado, pero yo llevo 19 años y estoy viendo cosas que no había visto antes y en gente muy joven, que está arriesgando su vida o estar sano el resto de su vida”, apunta Sánchez.
El coordinador de Equipos Técnicos y Logística del SUMMA 112 coincide con Salva Perelló, responsable de Formación de la Federación de Socorrismo y Salvamento de la Comunidad Valenciana, que asegura que, aunque hay varios factores, el principal es la falta de prevención, “asumir riesgos en según qué situaciones”.
En este sentido, Roberto Barcala, coordinador del Grupo de Socorrismo de la Sociedad Española de Medicina de Urgencias y Emergencias (SEMES), puntualiza que no hay una causa única, sino que los ahogamientos son multifactoriales. Las causas principales que pueden desencadenar un fatal desenlace son diferentes en función de la edad. En lo que respecta a los niños “es la falta de supervisión adulta; en jóvenes, las imprudencias; y en personas mayores, patologías previas o que ya no disponen de las mismas condiciones que cuando eran jóvenes y las habilidades en el medio acuático son peores”.
No hay que dejar de vigilar a los niños, ni dentro ni fuera del agua
Barcala continúa y destaca que los más pequeños han de tener una supervisión directa. Si no se están bañando en la piscina, en el caso de disponer de ella en el hogar, esta debe estar completamente perimetrada y que el acceso sea imposible. “Igual que a nuestros hijos les enseñamos normas de seguridad, como a cruzar por los pasos de peatones, deberíamos establecer unas normas de seguridad en la piscina con ellos”, recalca. Esto incluye los juegos peligrosos, como zambullidas de cabeza, que pueden provocar lesiones medulares, bañarse solos, aguadillas… “Estos contenidos de prevención deberían introducirse en la escuela”, concluye.
Así, el doctor Joan Balcells, jefe de la UCI Pediátrica del Hospital Vall d’Hebrón, sostiene que una forma eficaz de prevención es que los niños sepan nadar, que sean autónomos para flotar. En este sentido, el facultativo establece distinciones por edad en los más pequeños. Aquellos que pueden moverse, con dos o tres años, incluso los lactantes que gatean, tienen que estar “permanentemente vigilados, no se les puede perder de vista”.
Lo más peligroso, insiste, son las piscinas privadas. “Vemos en ocasiones tragedias porque el niño anda por la casa, nadie piensa que puede haber salido al jardín y entonces ocurre la desgracia”, relata. La alternativa es tener la piscina vallada para que el niño no tenga acceso sin la ayuda de un adulto.
Con niños en edad escolar hay que estar igualmente atentos. En el mar “sí que es más delicado, porque los socorristas pueden vigilar, pero no tienen los ojos en todo el mundo a la vez y es responsabilidad de los padres estar atentos”, recuerda.
Salva Perelló, responsable de Formación de la Federación de Socorrismo y Salvamento de la Comunidad Valenciana, coincide con estos dos expertos. Señala que otro grupo importante de ahogamientos son los niños en piscinas, por descuidos, “la piscina no está vallada, el niño cae al agua, no sabe nadar y ahí viene el percance. Si tengo el suficiente poder adquisitivo para hacer una casa con piscina, vallarla y que sea un entorno seguro cuesta relativamente poco, y sería una solución muy importante”.
“No se nos puede olvidar que tenemos niños y que están en el agua. Siempre tiene que haber alguien que esté vigilando continuamente, no nos podemos despistar, no tenemos tiempo para reaccionar, hay que estar siempre atentos con los niños”, concluye Julián Sánchez, coordinador de Equipos Técnicos y Logística del SUMMA 112.
Tampoco hay que olvidarse de los adolescentes y las personas mayores
Otro grupo de gran importancia son los adolescentes. “Saben nadar, pero se tiran de cabeza en sitios arriesgados y no controlan qué hay al fondo. Aquí, desgraciadamente, vemos cada año algún joven que sufre una lesión medular a causa de esta práctica, con o sin ahogamiento”, subraya Balcells.
En este grupo es muy importante concienciar de que hay que evitar las imprudencias, actividades impulsivas como saltar por los balcones o la ingesta de alcohol. “No hay que beber si te vas a bañar, limita tus facultades y te puedes ahogar”, asevera el coordinador del Grupo de Socorrismo de SEMES. Es necesario recordar que es “fundamental” respetar las indicaciones de la playa. «La bandera roja es como un semáforo, prohíbe el baño, ignorar la bandera roja es exponernos a un riesgo innecesario”, señala. Otra clave es conocer la zona donde se va a bañar, o al menos informarse.
Otra situación de riesgo se produce en personas mayores que tienen patologías previas. “En cualquier momento pueden tener un problema, de hecho, son las que más se ahogan en las playas, porque van a horas en las que no hay socorristas, van solos…”, detalla Salva Perelló.
Las personas mayores deberían buscar espacios acuáticos vigilados por socorristas y realizar sus actividades en el agua en compañía, continúa Roberto Barcala, “por si pierden el equilibrio o tienen una indisposición, que alguien pueda ayudarles y que pueda dar la voz de alarma”.
No hay que tener miedo a los espacios acuáticos, concluye este experto, sino disfrutar de ellos, pero con sentido común y responsabilidad. «Igual que te pones el cinturón o el caso, deberías considerar qué te va a proteger de los ahogamientos y qué medidas has de tomar para prevenirlos”, apunta.
¿Cómo me puedo dar un baño seguro?
Barcala explica que la falsa confianza “es pensar que por saber nadar no te vas a ahogar. Puedes saber nadar perfectamente en una piscina, pero puedes encontrarte en medio de una corriente en el mar y no saber salir de ella”. Las imprudencias, comenta, tienen que ver muchas veces con las falsas confianzas, como ignorar la bandera roja; “esto se ha demostrado que ha provocado numerosas muertes”.
También el hecho de que a los niños se les coloquen manguitos o flotadores. Se puede pensar que con ellos no se van a producir ahogamientos, que no necesitan tanta vigilancia. “Es mentira, no hay ningún dispositivo de flotación que elimine la supervisión directa de un adulto, y aun así el único dispositivo recomendado es el chaleco salvavidas”, asegura el coordinador del Grupo de Socorrismo de SEMES.
En este sentido, el doctor Joan Balcells, jefe de la UCI Pediátrica del Vall d’Hebrón, explica que hay niños con patologías, aunque esto lo conocen bien los padres, como epilepsia, por ejemplo, que no pueden bañarse solos. “Hay que respetar al mar, los consejos de las banderas; si es amarilla, los adultos, cuidado, y los niños no deberían bañarse, y si es roja, absolutamente nadie”.
“Los padres tienen que ser conscientes de la capacidad de su hijo, de flotar de forma autónoma y de dónde se está bañando, y, en función de eso, modular el grado de vigilancia y de supervisión. Los niños pequeños no pueden estar solos, ni dentro ni fuera del agua, y con los mayores hay que valorar todas las circunstancias”, especifica el facultativo.
Julián Sánchez, coordinador de Equipos Técnicos y Logística del SUMMA 112, por su parte, explica que lo ideal es bañarse en un lugar vigilado por socorristas, sea una playa o un pantano. También hay que respetar el color de las banderas, en consonancia con lo expresado por el resto de expertos; “hemos visto este año que incluso con bandera roja la gente se atreve a meterse en el agua. En el pantano (de San Juan, en Madrid) vemos gente que se zambulle de cabeza desde piedras sin conocer lo que hay debajo, y no hacen caso, continúan y luego sufren traumatismos craneoencefálicos”.
Sánchez hace hincapié en que hay que respetar las horas de máximo calor, después de comer; “en vez de bañarse, lo mejor es echarse una siesta, y luego meterse en el agua poco a poco, no hay que zambullirse en el agua fría nunca después de comer”. Hay que adaptarse, explica este experto, a la temperatura, mojarse las muñecas, las axilas, el cuello, la nuca… y meterse en el agua, pero no de golpe, “porque si no viene lo que llamamos vulgarmente el corte de digestión. Nos hemos encontrado bastante gente a la que hemos tenido que ayudar a salir del agua, con calambres, vómitos…”.
Salva Perelló, responsable de Formación de la Federación de Socorrismo y Salvamento de la Comunidad Valenciana, describe algunas situaciones de riesgo, como bañarse solo en lugares sin vigilancia, no respetar el color de las banderas, hacer actividades de riesgo en zonas de calas con rocas, “como saltar al agua desde altura, los fondos son irregulares y la gente se hace daño”.
Perelló señala la necesidad de campañas estatales y autonómicas de prevención de ahogamientos, en las que se imparta formación y se dé información a las personas sobre qué conductas son de riesgo, “si tengo un accidente qué tengo que hacer, cómo actuar. Y a partir de esas campañas, que la gente respete las señales de las banderas, que se bañe en lugares que es más seguro para ellos, que nunca vayan al mar a nadar solos, que en vez de ir hasta la boya naden paralelo a la orilla…”
Hay que “seguir el sentido común, que a veces lo tenemos estropeado”, comenta Perelló. Este experto insiste, como el resto de especialistas consultados, en que, para tener un baño seguro, no hay que bañarse solo, no entrar al mar si está muy movido y hay bandera roja, ya que significa que el baño está prohibido, y su está amarilla, con precaución, o bañarse hasta donde se haga pie para que, en caso de que surja un problema, como una corriente o que se levante viento, se pueda volver a la playa.
¿Qué hago si presencio un ahogamiento?
Julián Sánchez, coordinador de Equipos Técnicos y Logística del SUMMA 112, relata que lo primer que hay que tener en cuenta es si el testigo tiene un nivel adecuado de natación para tirarse el agua. “Es complejo, porque si es alguien conocido, un familiar, nos puede la emoción de ir a por él, pero nos encontramos, por desgracia en muchas ocasiones, que en vez de un ahogado al final hay dos”. Si no se tiene la capacidad, hay que gritar pidiendo ayuda.
Por el contrario, si sí que se tiene el nivel, “me tiro al agua, llego a la víctima y la mantengo con la cabeza fuera del agua para que las vías respiratorias estén fuera, y la llevo a la orilla. Y ya en tierra, las medidas que sean necesarias”, concluye este experto.
Roberto Barcala, coordinador del Grupo de Socorrismo de SEMES, por su parte, explica que lo primero es llamar a los servicios de emergencias lo antes posible, “porque la evidencia muestra que cuando se intenta hacer un rescate y no se es profesional, normalmente suele haber dos víctimas”. El segundo paso es acercar o lanzar algo a la víctima a lo que pueda agarrarse y flotar hasta que lleguen los servicios de emergencias o ayuda especializada, incluso “alguien que tenga una competencia acuática excepcional y que tenga algún dispositivo de flotación, por ejemplo, un surfista, que te puede ayudar a salir”.
La primera opción es lanzar algo. Y si finalmente se opta por entrar al agua, “algo que no recomendamos, pero que entendemos que, si estás viendo a tu hijo o a un familiar, es muy difícil reprimir el instinto vital de ayudar a un ser querido”, se debe hacer con un material que pueda dar flotación. “Es fundamental para que por lo menos puedas mantenerte a flote y evita el contacto directo con la víctima”, aclara.
Hay que intentar que haya algún objeto entre la víctima y el rescatador o un abordaje por la espalda, porque una persona que se está ahogando “lo que intenta es sobrevivir, y lo que ve es algo que está flotando y a lo mejor en vez de haber un ahogado hay dos. Normalmente la segunda víctima de ahogamiento cuando hay dos seguidas es un familiar que ha ido a rescatar al primer ahogado”, ratifica Barcala.
“Si estoy en un lugar con servicio de socorrismo, alertar primero, si no, llamar al 112 para que ponga en marcha los servicios de emergencia habituales, como bomberos o salvamento marítimo”, completa Salva Perelló, responsable de Formación de la Federación de Socorrismo y Salvamento de la Comunidad Valenciana. Este experto coincide al señalar que hay que intentar, si se ve posible y no se pone en riesgo la vida, dar algún elemento de flotación a la persona que se está ahogando. No obstante, no hay que ir cuerpo a cuerpo a por una víctima de ahogamientos, “porque si no eres un profesional y no sabes cómo realizar estas maniobras probablemente te ahogues con él”.
En el caso de los niños, el doctor Joan Balcells, jefe de la UCI Pediátrica del Hospital Vall d’Hebrón, apunta que, aparte de rescatarlo del agua, hay que llamar al 112, y si se tienen las mínimas nociones de primeros auxilios, comprobar si respira, y si no respira o no se mueve en absoluto, empezar la reanimación, las compresiones torácicas. “Conviene tener un mínimo de conocimiento de cómo hacerlo, y continuar haciéndolo mientras el niño no esté consciente hasta que llegue la ayuda. Lo primero, desde luego, si el niño ha sufrido un ahogamiento grave es llamar al 112”, informa.
¿Cómo es la reacción de los profesionales?
“El sábado pasado, un usuario tuvo la suerte de que en ese momento estábamos de patrulla. Alguien se sumergió, en la fase de desconexión, de entrega, cuando ya no puede más”, explica Sánchez. “Te tiras, le sacas y luego se valoran signos de vida. Le sacamos inconsciente del agua, pero luego reaccionó. Seguimos valorando los signos de vida, si tose, si se mueve, si intenta respirar…”.
Si no tiene signos vitales, hay que empezar inmediatamente la reanimación cardiopulmonar y llamar al 112 en cualquier caso, “incluso los propios socorristas tienen que alertar a un soporte vital avanzado para que vaya a por la persona y realice las tome las medidas necesarias para que la víctima llegue al hospital de manera estable”, argumenta este experto. “Se presencia, se saca, valoración de constantes vitales. No tiene: RCP. Y alertar siempre al 112 para que apoye en la intervención”, resume.
Por su parte, Perelló puntualiza que el 99% de su trabajo es prevención, apenas consiste en reacción al salvamento. Lo primero que se hace depende del lugar, “si estoy trabajando en la playa, sería notificar al coordinador de que hay un salvamento en marcha y la posición en la que estamos y se da información, porque hay recursos que envían la embarcación o la moto de agua si son más de una persona, y entrar al agua con material de salvamento”.
Los socorristas siempre trabajamos con material de salvamento, “o al menos los profesionales. Vas hacia la persona, le entregas ese material, porque el ahogamiento no es un suceso que ocurre en un momento, sino una serie de acontecimientos que te llevan al ahogamiento”. Entonces, si en cualquier momento de esa cadena de problemas “yo le ofrezco un material de flotación esa persona y se puede apoyar y respirar, ya he cortado el ahogamiento, y empieza la fase B y le llevamos a la orilla”.
Barcala, de esta forma, finaliza clarificando que se alerta al equipo y, a continuación, se aborda el rescate, siempre con material, “actualmente el más usado son los tubos de rescate, y con el apoyo de aletas”. Se llega a la víctima y primero se trata de ofrecerle el material de rescate para que se agarre si están consciente o sujetarla con el tubo de rescate para darle flotación si están inconscientes. Y también durante el traslado, cuando la víctima está agitada, consciente, “y quieres llevarla a tierra, los socorristas suelen hablar con esta persona y darle indicaciones para que colabore de alguna manera en el rescate. Darle seguridad y hacerlo lo más rápido posible”.
Fuentes
Datos de muertes por ahogamientos, en el INE
Declaraciones de Julián Sánchez, coordinador de Equipos Técnicos y Logística del SUMMA 112
Palabras de Roberto Barcala, coordinador del Grupo de Socorrismo de SEMES
Declaraciones de Salva Perelló, responsable de Formación de la Federación de Socorrimo y Salvamento de la Comunidad Valenciana
Palabras del doctor Joan Balcells, jefe de la UCI Pediátrica del Hospital Vall d’Hebrón