Fue en el último tercio del siglo XIX. Se llamaba Modesto Cubillas y entró en una cueva. Y entró sin saber que al levantar la vista podía haber visto pintado en la piedra el mundo antiguo, recreaciones de la vida de nuestros antecesores, primorosamente conservadas en la roca de Cantabria, que hablaban de que ya en la prehistoria el ser humano tenía un impulso artístico y creador. Era el descubrimiento de una reliquia, de un espejo milenario. Era el descubrimiento de la cueva de Altamira.
Antonio Martín Rodríguez, responsable de Públicos del Museo de Altamira, cuenta que Cubillas “descubrió la entrada de la cueva hacia el año 1868. Era de la zona y conocía a Marcelino Sanz de Sautuola”. Juntos visitaron el lugar “por primera vez en 1875, pero solo reconoció algunas líneas que entonces no pensó que las habían hecho los humanos. Sautuola era un erudito que ya tenía una amplia formación en ciencias naturales y en historia”, destaca ante la consulta de INFOVERITAS.
La web del museo define la cueva como “la máxima representación del espíritu creador humano. Presenta un arte en grado de excelencia”. La institución explica que “las técnicas artísticas (dibujo, pintura, grabado), el tratamiento de la forma y el aprovechamiento del soporte, los grandes formatos y la tridimensionalidad, el naturalismo, la abstracción y el simbolismo, todo está ya en Altamira”.
Hoy te contamos la historia del hallazgo de este lugar que nos ayuda a entendernos a nosotros mismos a través de milenios de arte en roca.
El descubrimiento y la repercusión de Altamira
“La clave está en la Exposición Universal de París”, comienza Martín Rodríguez. Allí Sautuola conoció de primera mano algunos objetos prehistóricos encontrados en cuevas del sur de Francia, señalan en la web de Altamira. Al regresar a España tenía “una nueva perspectiva. Fue el empujón para comenzar sus propios trabajos en las cuevas de Cantabria”.
“El acontecimiento más conocido que narran todos los libros de historia es el siguiente: Sautuola acompañado por su hija María volvió a Altamira en 1879. La imagen que todos tenemos es la niña mirando al techo. Fue la primera en ver las figuras en el techo de la que conocemos como Sala de Polícromos en la cueva”, destaca este experto.
La fecha más importante, continúa, fue 1880, cuando Sautuola publicó el folleto Breves apuntes sobre algunos objetos prehistóricos de la Provincia de Santander. “La importancia fue que atribuyó las pinturas a la prehistoria, en concreto al período paleolítico. Sin embargo, sus contemporáneos, por diferentes razones, recibieron con escepticismo su tesis”, comenta el responsable de Públicos del museo.
No obstante, no fue hasta que se descubrieron otras muestres de arte rupestre paleolítico en otras cuevas de Europa, especialmente en Francia, cuando “vino el reconocimiento. En 1902, el prehistoriador francés Émile de Cartailhac publicó Les cavernes ornées de dessins. La grotte d’Altamira, Espagne. Mea Culpa d’un sceptique. Desde entonces, la cueva de Altamira adquirió reconocimiento universal, convirtiéndose en un icono del arte rupestre paleolítico”.
¿Por qué en Altamira?
Todo se originó por un desprendimiento de hace 13.000 años. Este fenómeno destruyó y taponó la entrada de la cueva, explica Martín Rodríguez. Esto facilitó “que el ambiente interno mantuviera una alta estabilidad climática, muy favorable para la conservación del arte rupestre. Así la cueva permaneció cerrada y conservada” hasta que fue descubierta.
Son universalmente reconocidas las imágenes de bisontes, caballos, ciervos, manos y “misteriosos signos”, apuntan en la web del museo, que “fueron pintados o grabados durante los milenios en los que la cueva de Altamira estuvo habitada, entre hace 36.000 y 13.000 años antes del presente”. El sitio fue el primero del mundo en el que se identificó la existencia del arte rupestre del paleolítico superior “y fue también un descubrimiento singular por la calidad, la magnífica conservación y la frescura de sus pigmentos”. Pero su reconocimiento se postergó, además, porque el hallazgo se produjo en “una época, el siglo XIX, en la que resultaba de difícil comprensión para una sociedad influenciada en rígidos postulados científicos”.
Desde 1985, Altamira forma parte de la lista de Patrimonio Mundial de la UNESCO. “Dos criterios jugaron a su favor: su calidad estética, al considerarse que representa una realización artística única de la cultura magdaleniense (una etapa del paleolítico característica del sudoeste europeo), y ser testimonio excepcional del desarrollo de esta cultura en el sur de Europa”, destaca este experto.
Altamira “no es un caso aislado, sino una manifestación cultural de mayor entidad geográfica”, puntualiza el responsable de Públicos del museo. Por ello, en 2008 se amplió la inscripción a otras 17 cuevas con arte rupestre paleolítico en Asturias, Cantabria y País Vasco y se pasó a denominar “La cueva de Altamira y el arte rupestre paleolítico del norte de España”.
El techo maravilloso de la cueva
De acuerdo con la web del museo, las imágenes más grandes que se han encontrado en Altamira son de caballos, bisontes (de entre 125 y 170 cm de longitud), y una cierva de más de dos metros. “Primero se grabó el contorno y se dibujó a línea negra con carbón; luego se rellenaron con pintura roja o amarillenta. En algunos bisontes se marcó con pintura negra el cambio de coloración de su vientre o se utilizó el lápiz de carbón para detallar el pelo o la joroba. Además, el grabado se utilizó en ojos, cuernos, pelo del cuello, etc.”, explican
Hay rastros de hace 35.600 años en esta cueva, apunta el experto entrevistado por INFOVERITAS. Se dice pronto: 35.600 años de arte que tenemos aquí, en nuestra casa. 35.600 años de espíritu creador, de impulso artístico, de plasmar lo que veíamos y de forma excepcionalmente conservada y de enorme relevancia histórica y pictórica. Y fue Modesto Cubillas, en el último tercio del siglo XIX, quien descubrió la cueva. Y lo hizo sin saber que al levantar la vista podía haber visto pintado en la piedra el mundo antiguo, recreaciones de la vida de nuestros antecesores.
Este gran espejo del pasado nos habla todavía hoy de lo que nos hace humanos.
Fuentes
Entrevista con Antonio Martín Rodríguez, responsable de Públicos del Museo de Altamira