Todo el mundo tiene grabada la imagen de Neil Armstrong y Buzz Aldrin caminando sobre la Luna en julio de 1969. Esa secuencia, y el viaje del Apolo XI, unió a la humanidad que, en conjunto, miró hacia arriba, al cielo. Todos nuestros ojos fueron solo dos que querían ver lo mismo: a los astronautas caminando en nuestro satélite. Los países, a pesar de la carrera espacial, y las personas, se dieron la mano por un objetivo común: ver al ser humano en el espacio, algo que siempre se había contemplado con admiración y respeto.
La humanidad, entonces, con aquella hazaña, tocó el cielo con la mano, y su mano estuvo guiada por la de un ingeniero y militar de Granada llamado Emilio Herrera (1879-1967). Herrera fue el hombre que diseñó el primer traje espacial de la historia. Y, también, la persona que trabajó para unir por el aire dos continentes. Se carteó con Albert Einstein y emprendió en nuestro país iniciativas científicas de prestigio internacional. Tuvo el respeto científico mundial por dedicar su larga vida al avance del conocimiento. “Llegó muy lejos, pero podría haber ido todavía más allá”, destaca Emilio Atienza, doctor en Historia y biógrafo de Herrera, en conversación con INFOVERITAS.
Herrera casi cumplió el sueño humanamente común de tocar el cielo, pero quizá la intrahistoria de ese logro sea desconocida. Os dejamos con el maravilloso relato del granadino, que Andalucía nombrará hijo predilecto, según adelanta el doctor Atienza, que posibilitó que hubiera personas que miraran, con los ojos de toda la humanidad, a la Tierra desde el espacio.
El origen de la ciencia de Emilio Herrera
Emilio Herrera fue “un personaje absolutamente paradigmático en todos los aspectos, científicos, aeronáuticos y humanos”, comienza el doctor Emilio Atienza. Su vida estuvo llena de aportaciones en todos los ámbitos. Empezó haciéndose ingeniero militar. Durante su juventud, estuvo vinculado a la aeronáutica. “Él salió de la academia un año después del desastre del 98 (la pérdida de las últimas colonias españolas) y eso le generó una sensibilidad para estar atento a los acontecimientos de la sociedad en la que le tocó vivir”, relata.
El granadino compatibilizó su actividad militar con la científica de la aeronáutica. “Al poco de salir de la Academia de Ingenieros Militares, en Guadalajara, surgieron las primeras manifestaciones de la aeronáutica española, y él empezó estudiando la elevación de los globos aerostáticos, las incipientes elevaciones de globos que se efectuaban en el polígono aerostático de Guadalajara y se sintió atraído por ello. Había una razón, no he referido aún la importancia que tuvo su familia en su vida, sobre todo su abuelo y su padre”, señala el doctor Atienza.
Emilio Herrera padre frecuentaba las exposiciones internacionales de París para ver los últimos avances de la ciencia europea. “Muchas de esas experiencias las trajo a Granada, fue una persona muy conocida y brillante, distinguido por el ayuntamiento. Trajo las primeras manifestaciones de alumbrado eléctrico a Granada, iluminó la Alhambra por primera vez en la historia y trajo varias veces a las fiestas del Corpus de Granada globos aerostáticos. El ambiente en el que se cría marca sus inquietudes y su trayectoria”, destaca este experto.
Padre e hijo hacen muchas experiencias de tipo científico. “El padre monta en su casa un laboratorio de experiencias de física recreativa, que se decía entonces. Se trajo de París la linterna mágica, que era como un proyector de diapositivas, y hacía sesiones de proyecciones en su casa. La burguesía granadina acudía a ver sus experiencias, y era muy reconocido en Granada”, continúa.
Herrera se fue a estudiar a Madrid después de un breve paso por la Universidad de Granada. Su experiencia granadina “no fue todo lo exitosa que debiera, pero no porque no tuviera capacidades, sacaba muy buenas notas. Desde pequeño tuvo una gran personalidad, y criticó un día a un profesor de Química que estaba explicando en la pizarra un problema en el que había un valor muy importante que era el peso atómico del cloro, y el profesor se equivocó. Pero Herrera, que lo sabía, tuvo, con 17 años, el valor de levantarse y discutirle al profesor de 1º de carrera de Ciencias el valor del cloro. Claro, aquello no acabó como debiera y esto le decidió a dejar la universidad. Acabó 1º, pero no siguió”, cuenta el biógrafo de este científico.
Durante ese verano se preparó para el ingreso en la Academia de Ingenieros Militares, “que era francamente difícil. Normalmente el ingreso requería de dos a tres años de preparación, él se lo preparó en cuatro o cinco meses. Aprobó a la primera”.
La aerostación
El doctor Atienza cuenta que al poco tiempo de ingresar Herrera en la academia fallece su padre, “lo que fue un trauma. Pero pudo acabar los estudios. Entonces, decide ingresar en la escuela de aerostación y hacerse piloto de globos. Y lo consigue con muy buen resultado, también. Además, utiliza la experiencia con los globos para hacer observaciones, la curiosidad científica le podía, y realiza una serie de ascensiones en globo para hacer observaciones astronómicas y de eclipses, comprobaciones de algunos fenómenos matemáticos…”.
Este experto comenta que Herrera deja el cuerpo de ingenieros militares y se incorporó a la escuela de aerostación, aunque no “deja de ser un ingeniero militar. La naciente aeronáutica se nutría de todas las armas, entonces, en este campo en aquellos momentos había ingenieros, artilleros, gente de infantería…”. Una vez allí, en 1909, lo mandan a Marruecos, donde se estaban iniciando conflictos. “Iba con una unidad de aerostación para intervenir, y creo que es la primera vez que una unidad militar aérea participa en una acción de guerra. Primero, en misiones de reconocimiento y, posteriormente, en una misión muy agradecida para sus compañeros, porque se trataba de dirigir el fuego de la artillería y bombardear con más eficiencia los objetivos”.
Siguiendo con la aeronáutica, el granadino vuelve a Guadalajara para participar y preparar un equipo para una ascensión que se produce en los primeros días de agosto de 1909. El objetivo: la observación de un eclipse de sol que se iba a ver en muy buenas condiciones en España, sobre todo en el centro del país, y se elige como punto de observación Burgos. “Allí se monta un campamento que se dota con una serie de instrumentos para hacer una observación lo más exacta posible. Acuden investigadores de toda Europa, físicos y astrónomos muy prestigiosos, y Herrera participa con un amigo suyo, que tenía su propio globo. Es una ascensión muy preparada y con la intervención de figuras relevantes de la ciencia europea”, asegura este experto.
La ascensión es un éxito científico y destaca el globo en el que vuela Herrera. Él había preparado unos instrumentos y medios “que a nadie se le habían ocurrido utilizar hasta esa fecha, como una pantalla que la cuelgan del globo de forma que se refleje el efecto del eclipse. En aquellos momentos era muy arriesgado hacer una observación directa de un eclipse, te podía lastimar la vista, pero además tenía otra ventaja: sobre esta pantalla podía hacer fotografías de la evolución del eclipse, esto que parece una tontería fue algo muy novedoso y muy valorado por la comunidad científica”.
De hecho, Herrera participaría luego en unas jornadas de la Asociación para el Progreso de la Ciencia, en las que presentó una ponencia sobre el fenómeno de este eclipse. “La observación que él hace era el efecto de lo que se llamaba las sombras volantes. Se trata de un fenómeno que aparece en los eclipses y consiste en que la corona solar aparece como vibrando, como con unos efectos extraños que se dan sobre todo en el momento de la plenitud del eclipse. Él lleva su propia cámara fotográfica y va tomando fotos que publicará en el memorial de ingenieros aeronáuticos”.
La aeronáutica
“Emilio Herrera era un especulativo de la ciencia, por eso le gustaban tanto y se le daban tan bien las matemáticas y otras ciencias como la física, pero sobre todo las matemáticas. Dominaba el lenguaje matemático”, destaca el doctor Atienza. Sigue en la compañía de aerostación y en 1909 empiezan a producirse las primeras manifestaciones de aviación en España. “Al principio tenía un aspecto casi circense, venían pilotos con sus aviones y hacían demostraciones en las ferias y en las fiestas de las ciudades, y en Granada hubo también, en 1909, una exhibición en el hipódromo de la ciudad, a la que fue Herrera. Y se quedó enamorado de ello. Y eso hace que él vaya comisionado al sur de Francia, porque iban los hermanos Wright a hacer una demostración con su avión a Europa. Volvió entusiasmado por esta nueva forma de vuelo, y presenta una memoria para que el Ministerio de la Guerra de entonces fomente o propicie la formación de pilotos de avión en España”, prosigue. Así llegamos a 1911, cuando tiene lugar la formación de la primera promoción de aviadores militares de España.
En 1914 se reaviva el conflicto en Marruecos y vuelve a haber necesidad de desplazar a una unidad militar aérea a Melilla, principalmente. Herrera acude con una unidad de aviación. “Los aviones cumplen con su función, levantan planos topográficos de la zona, de los que carecía el ejército español, empiezan a intervenir en acciones militares… Pero se produce un hecho fundamental, estando en Melilla, se plantean ir volando desde allí a Sevilla. Esto supone saltar el estrecho, el primer vuelo entre dos continentes. Teniendo en cuenta el material que tenían, estar dos horas y media sobrevolando el estrecho tuvo bastante mérito. Al ponerle depósitos extra para mantener el tiempo de vuelo calculado, el avión iba muy al límite de peso”, destaca el biógrafo del granadino.
Vuelan Emilio Herrera y un amigo, Ortiz Echagüe, que acabó siendo director de la casa SEAT, y destacó como fotógrafo, “uno de los grandes de la historia de la fotografía española”. Despegan de Melilla “y se lanzan a la aventura de sobrevolar el estrecho, pasan por encima de Gibraltar y llegan a Sevilla, aterrizan en una zona de las marismas del Guadalquivir en un momento en que estaba haciendo una visita a la zona Alfonso XIII. Y les felicitó cuando le contaron la aventura”, cuenta. El rey les pidió que estuvieran al día siguiente en la estación de ferrocarriles, porque se iba para Madrid y quería hablar con ellos antes de marcharse, “y allí se presentaron y les anunció que por su hazaña les nombra caballeros gentilhombres de cámara del rey, un título nobiliario, y le ascienden a comandante. Para ellos tuvo una gran importancia, por el prestigio que suponía. Alfonso XIII y Herrera iniciaron así una relación muy afectuosa”. El doctor Atienza señala que le ascienden y le distinguen, aunque Herrera renuncia a su ascenso “porque los ingenieros militares tenían el compromiso de honor de no aceptarlos por méritos de guerra”.
Otro de los grandes proyectos de Herrera fue las grandes líneas de dirigibles. Trabajó para crear unos dirigibles de grandes dimensiones “para unir por el aire Europa y América. Esto les interesó mucho a los americanos”. Era muy conocido en América del Sur por su proyecto de unir por aire Europa y América mediante dirigibles. Era un recorrido de tres días, “lo que supuso un palo tremendo para la navegación marítima, porque se tardaban no menos de 10 o 12 días en atravesar el Atlántico. Un viaje en barco desde Europa a Brasil era de 14 días. Para el mundo de los negocios supuso mucho unir Europa y América en tres días. Ese proyecto, el inicial, es de Emilio Herrera, y creó una empresa que se llamó la Transaérea Colón, que llegó a salir a bolsa, para conseguir los recursos para llevar a cabo su proyecto. Pero las cosas se torcieron”.
Herrera viajó varias veces desde Alemania a América del Sur. Durante la primera travesía aérea en el Atlántico el segundo comandante fue Emilio Herrera. Su proyecto era unir España y América, “pero su empresa acabó fracasando (Francia presionó mucho para ello, porque también estaba intentando la unión entre ambos continentes, pero mediante aviones). Y Herrera tenía una proyección enorme en Latinoamérica”, concluye el doctor Atienza.
En los años 30 Emilio Herrera era una figura de proyección nacional e internacional. Es elegido miembro de la Academia de Ciencias de España estando fuera, en Ginebra, debatiendo ante la Sociedad de Naciones el uso del avión como arma. Asistía a congresos relacionados con la aviación y se labró un prestigio muy importante fuera de España.
Cuatro Vientos
El doctor Atienza explica que Emilio Herrera tuvo dos ideas fundamentales para entender el desarrollo de la aviación española. La primera fue la creación del laboratorio aerodinámico de Cuatro Vientos, “que es, sin lugar a duda, la grandísima aportación a la ciencia aeronáutica española. Fue el antecedente del Instituto Nacional de Técnica Aeroespacial, que hoy en día tiene un nivel extraordinario. El germen de todo eso fue el laboratorio aerodinámico de Cuatro Vientos”.
Este era un conjunto de instalaciones que se ocupaba de la investigación sobre distintos aspectos del desarrollo de la aeronáutica, como lo combustibles, los motores… Y el elemento más importante del laboratorio fue la creación el segundo túnel aerodinámico en importancia del mundo; “el primero estaba en EE. UU. y era más importante porque era más grande”, comenta el biógrafo del granadino. “Cada vez que venía a España una figura científica de renombre uno de los sitios que le llevaban a visitar era este laboratorio. Una de las cosas que se hicieron allí por primera vez es la radiografía de los materiales para ver si estaban bien forjados, que no tenían fisuras internas que pudieran provocar un accidente… Cosas absolutamente novedosas”, asevera.
Estos túneles son una gran turbina instalada en mitad de un circuito. Esta absorbe el aire y lo hace pasar por una cámara de experiencias donde se colocan los elementos que se quieran estudiar antes de que salieran al exterior. Herrera modificó esa estructura y creó un circuito cerrado, es decir, la masa de aire que mueve la turbina no está en contacto con el exterior, sino dentro de un circuito cerrado para evitar turbulencias y efectos que puedan alterar los datos que proporciona y que les interesan a los ingenieros. “Fue un verdadero logro, porque además lo dotó de un sistema para conocer los datos de lo que se estaba experimentando absolutamente novedoso, con soluciones muy originales. Es un punto y aparte en la evolución de la aeronáutica española”, afirma este experto.
La proyección que tuvo este laboratorio fue “increíble, hasta el punto de que yo encontré en unos archivos de la actual NASA, que espiaba el trabajo de Emilio Herrera”. Él dio a conocer el laboratorio en un congreso internacional de aeronáutica y “hay que valorar la importancia de que en 1918 España tuviera el segundo túnel aerodinámico del mundo, y yo diría que incluso el primero por sus características”.
El traje espacial
La astronáutica fue otro ámbito de la ciencia en el que Herrera hizo “aportaciones importantes, teóricas y prácticas”, comienza el doctor Atienza. En 1930 dio varias conferencias en el Ministerio de la Guerra y la Universidad de Madrid sobre cómo se podría hacer un viaje a la Luna. “Señaló los problemas que había que abordar. Primero diseñó una nave que curiosamente tiene muchos elementos comunes con las americanas actuales, como Challenger o Discovery. Eran unas naves pensadas para despegar de la Tierra, llegar a la Luna y regresar a la Tierra. En 1930 y los años en tornos a esa década, fue una novedad”.
Aparte de la nave, pensó en la necesidad de un traje que protegiera a los pilotos y a los tripulantes que salieran de la atmósfera. “Diseñó el primer traje espacial de la historia. Pensó en probarlo antes de acometer esa aventura espacial. Diseñó y construyó, para ello, un enorme globo estratosférico que elevaría por encima de los 30.000 metros, en principio, con la novedad de que para probar el traje lo haría en globo con barquilla abierta”, señala. Es una novedad por el riesgo y porque por aquellas fechas ya se estaba haciendo elevaciones a gran altitud, pero siempre en barquilla cerrada, en un espacio normalmente de aluminio de forma esférica y que protegía a sus tripulantes de muchos fenómenos atmosféricos y no atmosféricos (a esas alturas de la atmósfera, donde casi rozaban la estratosfera, había unas “radiaciones cósmicas que estaban siendo objeto de detenidos estudios”). Herrera se interesó por realizar también esos estudios, y a tal fin preparó un traje que protegiera al tripulante del globo de las radiaciones ultravioleta, de las radiaciones cósmicas “y de las micropartículas que él sabía que se daban a esos niveles”.
Lo importante de la escafandra no es solo la escafandra en sí, destaca el biógrafo de Herrera, “sino todo el aparataje que tuvo que diseñar para hacer comprobaciones del traje y verificar su eficacia. A tal fin diseñó y construyó en el laboratorio de Cuatro Vientos una cámara de baja presión. Era una cámara de vacío, porque no hay que olvidar que a esas alturas de 30.000 metros prácticamente no hay atmósfera y la presión exterior es negativa”. Otro tema que había que tener muy presente es la baja temperatura que se da en esas condiciones, “se podían registrar perfectamente los 40 o 50 grados bajo cero. Esa cámara de baja presión también permite alcanzar esas temperaturas. Eso lo diseña y construye en Cuatro Vientos”.
Él, personalmente, se introduce en esa cámara con el traje astronáutico que diseña y al que dota de una serie de instrumentos “muy de vanguardia”. Herrera era consciente del problema de la comunicación con la Tierra desde el espacio y de “como recoger la voz para que se pudiera transmitir a la Tierra, pero en aquellos momentos los micrófonos eran de carbón, y el carbón en presencia del oxígeno es muy peligroso y no se puede usar. Lo descarta y se pone en contacto con una serie de empresas alemanas y austríacas para diseñar un tipo de micrófono nuevo y una serie de instrumentos para medir la presión, barómetros, termómetros…”. Todo esto iba dentro del traje astronáutico, en la escafandra. Como él lo diseña en un principio parece más uno de buzo, “pero hay que tener en cuenta que trabajan de forma distinta. El de buzo es para soportar grandes presiones y el de astronauta, para bajísimas. Este tiene que garantizar al astronauta que no se va a producir una inflación de ese traje por la diferencia de presión existente entre el cuerpo humano y el exterior”. Y Herrera prepara un traje con una serie de elementos de acero que garantizan que el traje no se va a inflar hasta explotar. Además, lo dota de un sistema de respiración.
El traje de Herrera tuvo el acierto de corregir unos fallos que se habían producido dos años antes, cuando un comandante de aviación intentó hacer lo que después intentó Herrera: elevarse. Se llamaba Benito Molas, y preparó un globo para ascender también a altos niveles de la atmósfera. Fracasó y le costó la vida. Herrera hizo un estudio de las causas del accidente y llegó a la conclusión de que había sido un fallo del sistema de respiración que él eligió para su aventura astronáutica. “Herrera lo corrige, entró en contacto con las empresas más avanzadas de Europa, fundamentalmente alemanas y austríacas, y ahí es cuando sugiere soluciones y elabora un sistema propio para elevarse con garantías”, comenta el doctor Atienza.
Prepara todo el instrumental, hace la prueba dentro de la cámara que ha construido en Cuatro Vientos “y es un notable éxito. La aventura de la ascensión a la estratosfera la patrocinaba la Sociedad Geográfica Nacional, pero algunas de las figuras que la integraban estaban en desacuerdo con esa experiencia, porque estaban seguros de que iba a acabar en tragedia. Pero Herrera estaba muy seguro de sus cálculos y de lo que iba a hacer”.
Es más, el traje tenía una especie de capa de un tejido que parecía de plata que servía para envolverse en ella y refractar los rayos solares, “porque a esas alturas no solo tenían penetración, sino que también podían generar una temperatura en puntos concretos del cuerpo, según la posición que adoptara el globo”, informa el biógrafo del ingeniero granadino.
El globo estaba en Guadalajara y el traje, en Cuatro Vientos. Herrera quería hacer la elevación desde Cuatro Vientos, “de hecho, así bautizó el globo. Pero al estallar la guerra civil todo se alteró. La desgracia fue que la tela del globo, que tenía una superficie importante y que era una seda cauchutada, impermeable, se utilizó para hacer capotes militares para proteger a los soldados de las inclemencias del tiempo. Desapareció así un proyecto que se iba a llevar a cabo. Y el traje espacial siguió el mismo camino, desapareció, solamente se salvó la capa de protección contra las radiaciones solares, que la conserva una de las bisnietas en Madrid. Ese fue el final del proyecto de ascensión a la estratosfera. Fue otro de esos proyectos magníficos de la ciencia española que al final quedó en nada”.
Pero, aunque Herrera no lo vio, la humanidad llegó a la Luna. Y todo el mundo miró, admirado, que la idea que germinó en la mente de este ingeniero granadino, una de las grandes que ha dado nuestro país, llevó a Armstrong y a Aldrin a caminar por la superficie de nuestro satélite. “Como reconocimiento a su labor de precursor, Neil Armstrong regaló a un discípulo de Herrera, Manuel Casajust Rodríguez, una roca lunar que fue depositada en el Museo del Aire de Cuatro Vientos, en Madrid. En 2004 la piedra desapareció”, explican desde el perfil de la Fundación Española para la Ciencia y la Tecnología (FECYT) en X.
Y Herrera, así, casi logró tocar el cielo.
Fuentes
Web del Instituto de Ingeniería de España
Entrevista con Emilio Atienza, doctor en Historia y biógrafo de Emilio Herrera
Perfil de la Fundación Española para la Ciencia y la Tecnología (FECYT) en X