¡El cambio climático no existe! ¡Es un ciclo natural! ¡Siempre ha habido sequías, pero ahora se habla más! ¡Reciclar no sirve para nada! El fenómeno de la desinformación no es ajeno al medio ambiente. Los ejemplos no son pocos. Cargos políticos, científicos o ciudadanos difunden como la pólvora medias verdades, mitos, datos erróneos o imágenes manipuladas, alimentando así la fábrica de mentiras de los llamados negacionistas.
A pesar de las graves consecuencias que la desinformación medioambiental tiene para nuestro planeta, muchos de estos argumentos penetran fácilmente en la sociedad boicoteando la lucha contra el calentamiento global y empeorando la salud de las personas. Con motivo del Día de la Tierra, recopilamos cuatro de los bulos más escuchados sobre este tema que no deberías creerte:
El cambio climático no existe
El cambio climático sí existe. Naciones Unidas (ONU) explica que “hace referencia a los cambios a largo plazo de las temperaturas y los cambios climáticos”. Estos cambios pueden ser naturales, por ejemplo, a través de las variaciones del ciclo solar, o causados por actividades humanas, principalmente la quema de combustibles.
Como consecuencia, la temperatura de la Tierra es ahora aproximadamente un grado superior a la de finales del siglo XIX. Si el calentamiento global continúa a este ritmo, la ONU alerta que podría alcanzar 3,2 grados a finales de siglo. Desde el Consejo Europeo son más pesimistas con los datos: si no se actúa urgentemente, es probable que el calentamiento global supere en 2060 los 2 ºC por encima de los niveles preindustriales, y podría incluso llegar a los 5 ºC antes de finalizar el siglo.
El Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC), en un informe publicado el año 2018, advierte que si se quieren evitar las consecuencias catastróficas no se debería alcanzar un aumento de 1,5 de temperatura con respecto a los niveles preindustriales, una medida que ayudaría a paliar las peores consecuencias. Algunos de los efectos catastróficos ya saltan a la vista: la intensificación de los fenómenos meteorológicos, como Filomena o las prolongadas sequías en África, la alteración en los tiempos de floración y de migración de los animales o el deshielo de los polos.
El ser humano no tiene la culpa del cambio climático
El consenso científico en este punto es claro: el 97% de los estudios publicados en los últimos años aseguran que el hombre es el principal responsable del cambio climático. Desde Amnistía Internacional explican que la quema de combustibles fósiles aumenta la concentración de gases de efecto invernadero –como el dióxido de carbono- en la atmósfera.
¿Y qué provoca esas emisiones? Según los datos del Parlamento Europeo, “el transporte es responsable de más del 30% de las emisiones de CO2 en la UE, de las cuales el 72% proviene del transporte por carretera”. Por suerte, la sociedad parece estar concienciada sobre esta lacra. Según el Instituto Elcano, el 81% de la ciudadanía piensa que España no hace lo suficiente para luchar contra el cambio climático.
La contaminación no mata
La contaminación mata y las consecuencias son abrumadoras. El Secretario General de la ONU, Antonio Guterres, advertía el 7 de septiembre de 2021, con motivo del Día Internacional del Aire Limpio por un Cielo Azul, que respirar aire contaminado provoca la muerte de cerca de 7 millones de personas cada año, 600.000 de las cuales son niños.
Por desgracia, es imposible escapar de la contaminación del aire, porque está en todas partes. Así lo demuestran los datos: nueve de cada 10 personas respiran ahora aire contaminado. Y las consecuencias son terribles. Según la Organización Mundial de la Salud, los efectos de la contaminación del aire sobre la salud son graves: un tercio de las muertes por accidentes cerebrovasculares, cáncer de pulmón y cardiopatías se deben a la contaminación del aire. Se trata de un efecto equivalente al de fumar tabaco.
Además, “los contaminantes microscópicos del aire pueden sobrepasar las defensas de nuestro cuerpo y penetrar profundamente en nuestro sistema respiratorio y circulatorio, lo que daña nuestros pulmones, corazón y cerebro”, explica la OMS.
Reciclar no sirve para nada
Sirve, y mucho. El reciclaje evita los altos niveles de contaminación y el ahorro de bienes como agua o energía, un dato nada desdeñable en estos tiempos en los que sus precios están por las nubes. Según datos de Ecoembes, “en 2019 se reciclaron 1.505.661 toneladas de envases. Gracias a ello, se ahorraron 1,5 millones de toneladas de materias primas, se evitó la emisión de 1,67 millones de toneladas de CO2, se ahorraron 6,36 millones de MWH y 20,74 millones de metros cúbicos de agua”.
Pero no solo es importante el reciclaje de plástico. Dar una segunda vida al papel y al cartón también contribuye al ahorro de energía y agua. Otras ventajas de esta acción son las siguientes: mejora la calidad del aire, disminuye el riesgo de ciertas enfermedades y ayuda a preservar a las especies animales, plantas y, por supuesto, árboles.
Respecto al reciclaje, otra de las leyendas urbanas más frecuentes es que en los camiones de recogida de residuos lo juntan todo. Sin embargo, esto tampoco es cierto. Estos vehículos disponen de compartimentos para evitar que los desechos se mezclen.
Fuentes
Página oficial de Naciones Unidas
Página oficial del Consejo Europeo
Página oficial de la Organización Mundial de la Salud (OMS)
Informe Los españoles ante el cambio climático del Real Instituto El Cano publicado en julio de 2019
Artículo Emisiones de CO2 de los coches: hechos y cifras (infografía) del Parlamento Europeo publicado el 22 de marzo de 2019