Zarandear a un bebé o a un niño solo unos segundos puede dejarlo ciego o provocarle secuelas neurológicas irreversibles o incluso la muerte. Así de tajantes son desde el hospital Vall d’Hebron sobre las consecuencias de este gesto, con el fin de concienciar a la población.
El motivo más frecuente que puede desencadenar este síndrome es un llanto inconsolable y prolongado del bebé que provoca la frustración y el enfado del cuidador, que finalmente zarandea al niño. “Otra causa es el intento de ‘reanimarlo’ ante una situación que el cuidador entiende como amenazante para su vida (un espasmo del sollozo, un atragantamiento o un ataque de tos)”, explica la Asociación Española de Pediatría (AEP).
En este artículo, INFOVERITAS ofrece todas las claves de este síndrome y las consecuencias que tiene para el bebé.
¿Qué es el síndrome del niño zarandeado?
El síndrome del niño zarandeado es el conjunto de lesiones cerebrales que se producen al sacudir vigorosamente a un bebé, aunque el adulto no tenga esa intención. Los zarandeos provocan que la cabeza del bebé sufra movimientos de aceleración y desaceleración rápidos que, a causa del gran tamaño de la cabeza en proporción al resto del cuerpo y a una musculatura débil del cuello, facilitan que se produzcan lesiones intracraneales o un traumatismo craneal. “Se conoce como traumatismo craneal abusivo (síndrome del bebé zarandeado) y tiene como síntomas más frecuentes la hemorragia cerebral y retiniana, las fracturas óseas y las secuelas neurológicas”, apunta en este artículo el hospital Vall d’Hebron de Barcelona.
De acuerdo con los datos que maneja la Asociación Española de Pediatría (AEP) se estima que, en España, de los 450 000 niños nacidos al año, unos 100 pueden padecer este síndrome. Desde el hospital Vall d’Hebron ofrecen otro dato sobre este síndrome: “los picos de incidencia se registran en niños de dos y ocho meses”.
El llanto continuado inconsolable del bebé es el desencadenante principal. Sin embargo, el hospital Vall d’Hebron expone otros indicadores de riesgo: “las expectativas no realistas sobre el desarrollo del bebé, el estrés, las situaciones familiares de vulnerabilidad, la violencia machista, el uso de alcohol u otras sustancias, el haber sido víctima de violencia en la infancia, el hecho de que los progenitores sean jóvenes o de familias monoparentales sin apoyo de su red social o haber sido derivado previamente a los servicios de protección de la infancia”.
No siempre es fácil detectar este síndrome del niño zarandeado
No siempre resulta fácil de detectar un bebé que sufre zarandeos constantes. A pesar de que las lesiones del niño zarandeado tienen unas características muy concretas, identificarlas puede ser complicado, ya que las personas responsables del cuidado del menor mienten sobre cómo se lesionó el bebé y lo justifican con caídas accidentales.
Lo normal es que los padres acudan al hospital de manera inmediata si el niño sufre algún accidente. No obstante, en el caso de los padres que zarandean al menor evitan acudir al hospital para que no se detecte el maltrato, lo que agrava la situación.
“En casos leves de síndrome del bebé sacudido, el niño puede verse normal después de ser sacudido, pero con el tiempo puede manifestar problemas de salud o de comportamiento”, puntualizan desde la Clínica Mayo de Estados Unidos. Pero solo un zarandeo intenso puede provocar lesiones de por vida.
¿Se curan los niños zarandeados?
La AEP es clara: “el síndrome del niño zarandeado produce con frecuencia secuelas a largo plazo”. Según sus estadísticas, uno de cada diez niños que sufren un zarandeo grave fallece. De los supervivientes, la mitad queda con secuelas graves e irreversibles, como parálisis cerebral, retraso mental, ceguera o epilepsia.
“Los niños que han sido sacudidos con menos intensidad, pero de manera repetida, pueden desarrollar dificultades para aprender a hablar, tener falta de coordinación motora o problemas de aprendizaje”, destacan.
Por ello, es importante conocer algunas claves para prevenirlo. Los niños pueden llorar por muchas causas (hambre, sueño, dolor…). Cuando no logras calmar el llanto de tu bebé, puedes sentir la tentación de detener las lágrimas como sea, pero es importante que siempre trates a tu hijo con suavidad. Por ello, el consejo más importante de todos es, ante todo, mantener la calma. En caso de que el cuidador no esté tranquilo, “deje al bebé boca arriba en su cuna y tome un respiro, vigilando que el bebé se encuentre bien”, aconsejan desde la Escuela de Salud de La Rioja.
“En caso de que el niño se quede ‘sin respiración’ (espasmo del sollozo, ataque de tos, atragantamiento, etc.) hay que cogerlo en brazos colocándolo boca abajo o manteniéndolo sentado, inclinado hacia delante y sujetando la cabeza; se le puede frotar la espalda o darle golpes suaves con la mano abierta”, explican desde la AEP.
Fuentes
Asociación Española de Pediatría (AEP)
Artículo el hospital Vall d’Hebron de Barcelona
Clínica Mayo de Estados Unidos