“Yo quería relatos”, afirma la doctora Adela Medrano, en conversación con INFOVERITAS. Como desde hace años, esta periodista, cineasta y profesora universitaria sigue apoyando la cabeza en su mano derecha, como ha hecho toda su vida. Al recibirnos, nos enseña la fotografía que así lo prueba. “Es un gesto muy mío”, sonríe. Nacida en Barcelona en 1935, Adela es la primera doctora que defendió su tesis en la Facultad de Ciencias de la Información de la Universidad Complutense de Madrid, según recogen en la web de este centro, donde también impartió docencia.
Con su cámara y sus encuadres, con sus imágenes, Medrano reflejó la reconstrucción de España. “Quería, en realidad, plasmar la realidad social de aquel momento, quería ver a España con los ojos que tenía yo en aquel momento”, comenta.
Tras “domesticar”, según ella, a los rectores de la universidad pudo completar sus estudios y dedicar su tesis a la importancia de la enseñanza del cine. Optimista, risueña y una gran lectora, Adela nos atiende para hacer una retrospectiva de su vida, una vida de imágenes que han retratado a todo un país a través de unos ojos despiertos que aún miran con inteligencia y curiosidad a su alrededor.
El cine documental
La doctora Medrano finalizó en la Universidad Complutense de Madrid sus estudios de Periodismo y empezó a hacer cine, “que creo es lo más importante”. Adela comenzó haciendo publicidad “para recuperar a España, que estaba rota”. Entonces, había muchísimas industrias que publicaban sus memorias y, destaca, empezaron a darse cuenta de que “podría ser interesante sustituirlas por un documental, porque era como ir al cine”.
“Hice uno que se llamó El café hoy, que tuvo mucho éxito, como si fuera un documental no publicitario, o sea era de Nestlé, descaradamente publicitario, y me mandaron a Brasil y todo para rodar, fue una gozada. Otro que se llamaba Mirinda, ese lo hicimos Miguel Bosé y yo, encima de una grúa que bailaba, se convirtió en un spot publicitario”, recuerda la doctora Medrano. Y rodó también en Argelia, porque la empresa Dragados construyó allí una fábrica de teléfonos. Como anécdota, cuenta que los ingenieros le pidieron que llevara alcohol, coñac y anís. “Me arriesgué a que me pararan en la frontera y en todas partes, pero tuve la suerte de que era domingo cuando viajé, y llevaba un ABC para leer en el avión y había publicado un desfile de modelos. Lo confiscaron encantados y no miraron nada más”, ríe.
Adela afirma que llegó a cansarse de los spots, y apareció una empresa publicitaria que se llamaba Cinecorto, de Luis Enrique Torán, también de la Facultad de Ciencias de la Información de la Complutense. Torán era, asimismo, “compañero de mi exmarido Carlos Saura en la Escuela de Cine. Comenzó a trabajar en Cinecorto y yo comencé a hacer documentales con él, porque España se estaba rehaciendo y las empresas empezaban a hacer documentales”.
La doctora Medrano comenta que se aficionó mucho más a este formato que a la publicidad, porque “este venía un poco viciado por los efectos ópticos, como los zooms, y a mí me gustaba la imagen, que se viera encuadrada, porque lo había aprendido haciendo Cuenca con Carlos Saura”. Los spots eran “demasiado tecnificados en aquel momento y yo quería dar un relato completo en lo que tenía que mostrar, porque realmente España estaba destruida”.
La fuerza de la costumbre
Adela señala que se interesó por este formato al descubrir a los documentales ingleses. “Inglaterra casi no había hecho documentales, y cuando llegó la guerra rodó muchos, del correo, de los trabajadores que aportaban comida… todos impresionantes, que se veían muy bien, que te fascinaban, y al mismo tiempo eran útiles para la sociedad civil, que estaba refugiada y con hambre. Y así me aficioné a los documentales, admirando a los ingleses. Fue por la necesidad estética y visual, necesitaba un cámara que me ayudara a enfocar lo que quería”, destaca.
Uno de sus éxitos fue Las calidades de la vida. “Consiguió muchos premios y se exportó”, recuerda. Este documental cuenta el funcionamiento de un sistema comunitario en el País Vasco, “un experimento que no se ha repetido, que yo sepa, en España, pero fue una maravilla. Dificultoso técnicamente de resolver, aunque me gustó la dificultad, porque me apoyé en las tradiciones vascas, hice una especie de resumen de la tradición que tiene una parte de España, de una herencia como genética y del terruño, y cómo fue creciendo para desarrollar unas empresas y unas ayudas a la España que se recuperaba”.
Se trataba de una cooperativa, “un sistema muy nuevo, que lo llevaba un banco, Caja Laboral Popular. Se integró a la gente como cooperativista, es el único experimento que se ha hecho en España. Y la forma de resolver técnicamente el cooperativismo es lo que más me gustó. Hice fotografías en los sitios de trabajo. Recalcamos este sistema visualmente, porque a mí lo que me obsesionó un poco, porque lo había aprendido de Carlos Saura, era que las cosas tenían que estar encuadradas y ordenados para que hicieran algo coherente de lo que decíamos, porque si no se quedaban en algo como publicidad, y yo quería relatos”, insiste.
“Hay unas características que se contagian por la esencia de donde vives y lo que ves en los mayores. Y sobre todo entonces los mayores se refugiaban en tradiciones para ser ellos mismos. Tenías que inventarte muchas cosas, buscar tu propia identidad dentro de lo que eras. Y, si rodaba en el País Vasco, me hacía vasca, y así con todas las provincias de España”, concluye.
“Pregunta impertinente, señorita Medrano”
Cuando estudiaba, era obligatorio que los alumnos de 5.º curso de Periodismo pasaran por Madrid. Ella estudió en Barcelona, pero “teníamos que rendir cuentas” en la capital. “Estaba muy vigilado en aquel entonces, y se hacían unos coloquios en que a mí me solían decir ‘pregunta impertinente, señorita Medrano’ y me callaba. De todos modos, saqué Periodismo allí y lo volví a sacar aquí en Madrid otra vez”, rememora.
En Madrid había estudiantes de todas las provincias, y la doctora Medrano hizo otra vez la carrera en la Complutense. “Conseguí domesticar a los rectores, y digo domesticar porque era necesario. Yo tuve suerte con la ayuda de las auxiliares y secretarias de las oficinas, tuve mucha ayuda, porque me orientaron muchísimo en los vericuetos del momento, y con las personas que se creían con potencia para mandar. Era un poco dura la universidad en aquel momento, se acababa de hacer, y en una universidad hecha para ciencias de la información no se podía oscurecer las aulas por la forma de las ventanas”, comenta.
“¿Cómo proyectas?”, se pregunta Adela, entre risas. “Por eso nos enfrentamos y por eso me hicieron secretaria de la facultad, no por sabiduría, sino por solucionar problemas de estilo idiota. No se podía proyectar porque había una luz tremenda”. Además, destaca, “una cosa que no se sabe de mí es que yo conseguí que hubiera becas para que chicos de aquí pudieran ir a UCLA (Universidad de California en Los Ángeles, Estados Unidos), acreditando que habían estudiado inglés, y viceversa”.
La doctora Medrano dio, aunque pocas, asegura, clases en la facultad, y “tuvimos suerte de tener alumnos muy interesados, como Alejandro Amenábar, que luego hizo su primera película, Tesis, en el edificio. Le tuve mucha simpatía, pero era de otra generación”. Dio pocas clases “porque me pidieron que estuviera más atenta a los problemas difíciles que enfrentábamos en un edificio que no estaba preparado en absoluto. Y les pareció que como yo tenía una visión de ruina y después recuperación” podía encajar. Además, “me interesaba ganar dinero y no se ganaba dinero en la facultad. Yo tenía dos hijos a mi cargo. Yo era muy orgullosa, muy de yo me lo guiso, yo me lo como, y luego la vida me ha enseñado a agradecer lo que te dan los compañeros, la vida o los trabajos que te enseñan mucho. Te vuelves filósofa”, señala.
El doctorado
“La tesis pasó muy bien. Yo me pregunté qué hacía en la facultad, y me dediqué a estudiar”. Adela recuerda que al empezar a ir festivales conoció a otros directores de cine, como Francis Ford Coppola (realizador que firmó, entre otras, la trilogía de El Padrino), “a directores americanos, polacos… Me dediqué a entrevistar a los que tenían escuelas de cine, casi todos venían de escuela, y ese fue el punto central en el que basé mi tesis. Me importó la parte final, la conclusión fue que las escuelas y la enseñanza eran útiles, porque era arrimar el ascua a mi sardina también. Tuvo mucho éxito mi tesis”, destaca.
La defensa de su tesis, que se tituló “La enseñanza universitaria de la realización cinematográfica”, resultó en una calificación de sobresaliente cum laude. “No me enteré de que fui la primera doctora en Comunicación en mi facultad, nunca nadie me planteó ese galardón, de verdad, eso ha sido después”.
Adela destaca que ella estudiaba e iba a por todas, “porque sabía que si no lo hacía no podía ser catedrática, y como además empezaba a interesarme tanto la docencia como la práctica, eso sí que se me quedó en la cabeza: ‘hazlo, resuélvelo primero, luego puedes enseñarlo’, pero como yo había tenido tantos profesores malos porque nunca habían sido ejercido la profesión que enseñaban, pensé ‘primero hazlo y luego explícalo’. Y cuando enseñaba me quedaron vicios de rodar, muchos gestos, y parecía sordomuda” ríe. “Ahora eso me deslumbra”, concluye.
Durante su conversación con INFOVERITAS, la doctora Medrano sigue apoyando la cabeza en su mano derecha en la cara, como desde hace años. Los ojos de Adela vieron y filmaron la reconstrucción de España. Sus documentales reflejaron la realidad social del país y, sin saberlo, fue una pionera en el campo de la comunicación. Periodista, cineasta y profesora universitaria, sigue mirando el mundo con la inteligencia y la curiosidad que han guiado su vida y su carrera.
Fuentes
Entrevista con la doctora Adela Medrano
Web de la Facultad de Ciencias de la Información de la Universidad Complutense de Madrid