Se llamaba Elena Maseras y fue la primera mujer que se matriculó oficialmente en una universidad en España. Estudió Medicina en la Universidad de Barcelona, donde se matriculó en 1872. Y para ello necesitó un permiso del mismísimo rey. También fue la primera mujer que terminó los estudios universitarios, en 1878. No obstante, no ejerció su profesión. Falleció en Mahón (Menorca), donde trabajaba de profesora, en 1905. Así se informa en las webs del Ayuntamiento de Barcelona y las universidades de Barcelona y Complutense de Madrid.
Maseras fue pionera. En el momento de su muerte, todavía no se había alcanzado la igualdad entre hombres y mujeres en el acceso a la universidad, que no se consiguió hasta 1910. Además, “fue la responsable de abrir las puertas a todas las que vinieron después, particularmente a Dolors Aleu (que se matriculó en 1874) y Martina Castells (en 1877), que diez años más tarde se pondrían el birrete de doctoras”, destacan desde el centro barcelonés.
Y Elena Maseras ha quedado “como una figura olvidada”, según Olga Cabanyes, técnica especialista en Biblioteca de la Universidad de Barcelona. Cabanyes y Ramón Dilla, profesor de la Facultat de Geografia i Història del mismo centro, y especialista en historia de la universidad, atienden a INFOVERITAS para sacar del olvido la historia de esta mujer pionera.
Un permiso real para una “alumna libre”
Ramón Dilla define la experiencia de Elena Maseras en la universidad como “curiosa”. Para acceder a los estudios, Maseras necesitó un permiso del rey Amadeo I de Saboya. Pero estos estudios no eran universitarios, sino el bachillerato. “Aprovechando que el rey está en Barcelona, le hacen una petición para cursar el bachillerato. Se lo concede y esos cursos son los que le dan acceso después a la universidad”.
No estaba contemplado que una mujer pudiera “ni siquiera cursar el bachillerato, y por tanto nadie se había molestado en prohibir legalmente que las mujeres que tuvieran estos estudios pudieran entrar en la universidad”.
Pero Maseras entró a Medicina en un régimen que se conocía como “alumna libre”. Es decir, podía seguir los estudios universitarios, pero desde su casa. “Ella se matriculó en 1872 y tres años después, uno de sus catedráticos, el doctor Narcís Carbó, leyendo el listado de alumnos, vio que había una mujer y preguntó por ella, y le dijeron que era una ‘alumna libre’. Resulta que, en este período, había una normativa que decía que todos los alumnos de enseñanza pública universitaria que quisieran acceder a los exámenes tenían que asistir a clase presencialmente”, explica Olga Cabanyes.
El profesor pidió que Maseras acudiera, “y como justo en esa clase había hermanos suyos, pudo presentarse. Entró acompañada por el profesor y se sentó junto a él. Según dicen algunos documentos, sus compañeros la aplaudieron y fue algo muy sorprendente, no había pasado nunca”.
El caso de Maseras no fue único. El padre de Dolors Aleu contrató a un hombre para que la acompañara. “Estas mujeres que se integran en la vida académica y que forman parte de las primeras alumnas que incluso presencialmente asisten a la universidad, pero no lo hacen en las mismas condiciones, sino siempre diferenciadas, en una mesa al lado del profesor y siempre con acompañantes masculinos”, amplía Dilla.
Maseras no solo abrió la puerta de la universidad a las mujeres, “sino también a que profesiones que hasta el momento estaban fuertemente masculinizadas desde el punto de vista académico tuvieran el mismo estatus para el género femenino, y de alguna manera abra las puertas a un camino que en cierto modo culmina en 1910, cuando se equiparan los derechos de hombres y mujeres para ir a la universidad”, concluye el profesor.
Los obstáculos que se encontró Maseras
Estas mujeres “sufrieron muchísimo el machismo y la discriminación del momento”, apunta Dilla. Maseras presentó una carta al rector de la universidad en 1874, que se conserva en el archivo histórico, en la que se queja porque se presentó a un examen del profesor Carlos de Siloniz. Este “pertenecía a las ramas más conservadoras de la facultad, y lo que cuenta Maseras es que no ha tenido embarazo alguno en decir que no examinaría señora alguna si no tenía la obligación del decanato de la facultad”.
“Ellas encuentran muchísimas dificultades, Maseras es la primera, y, de hecho, después, la gran dificultad que encuentra es que ella es la primera que completa toda la carrera académica, hace todos los cursos, aprueba todas las asignaturas en 1878, es la primera que completa de manera oficial la carrera universitaria”, continúa el profesor. Maseras quiere hacer el doctorado en Medicina y esto en aquel momento sólo lo podía hacer en la Universidad Central de Madrid, por ello se va a la capital. Cuando revisan su expediente, el rector de esta universidad descubre que, en realidad, “se había matriculado sin tener una autorización específica del gobierno para acceder a la Universidad, y se consulta el caso con el rector de la Universidad de Barcelona y posteriormente con el director de instrucción pública del momento”, explica.
Fue entonces, con los problemas para acceder al doctorado, cuando el caso de Maseras salió a la luz. Cuando el rector de la Universidad Central de Madrid consulta con el de la Universidad de Barcelona, este le dice que falta una autorización, que solo constaba el permiso real para cursar el bachillerato. Pero como tenía este título, se le permitió el acceso a la universidad. “Y ahí el rector de Madrid contacta con el Consejo de Instrucción Pública para debatir el hecho de si se le puede conceder la autorización para seguir los cursos de doctorado y para luego obtener la titulación que le permitiría ejercer la medicina de forma oficial”, cuenta Olga Cabanyes.
Por ello, durante unos años su carrera está paralizada hasta que no se dilucida la ausencia de este permiso. Esto se acaba solucionando y en 1882 Maseras, Aleu y Castells son autorizadas para hacer el doctorado y se les reconocen sus títulos de licenciatura.
“Como se consideraba que la fisiología de la mujer era diferente de la del hombre, tenía menos fuerza, su cerebro era más pequeño… de eso se deducía que no tenía capacidad intelectual. Entonces, ya desde primaria los estudios eran diferentes para niños y niñas. A las niñas no se las educaba en determinadas materias, sino en labores, cosas de casa, algo de cultura general, pero poca. Y a los niños, en cambio, se les daba una educación encarándolos a unos posibles estudios”, concluye Cabanyes.
La lucha por el acceso de las mujeres a los estudios universitarios
“Las mujeres tuvieron todas las trabas posibles, porque era impensable que una mujer fuese a la universidad”, asevera Dilla. El profesor habla del caso de Concepción Arenal, que sí asistía a las clases, pero vestida de hombre. “La diferencia con Maseras es que ella, sin ningún tipo de subterfugio, entra en 1872 gracias a un permiso real, pero porque era una situación alegal. Nadie se había molestado en prohibir legalmente que una mujer fuera a la universidad porque era algo impensable, ya que ni siquiera hacían el bachillerato”, destaca.
En este sentido, es significativo consultar la legislación que se promulga en aquellos años. El Consejo de Instrucción Pública acaba aceptando la titulación de Maseras, Aleu y Castells, “pero inmediatamente después sale una real orden que sí prohíbe el acceso de las mujeres a los estudios universitarios a excepción de las que ya están matriculadas”. De hecho, la mujer necesitará un permiso especial para hacer estudios universitarios, “es una situación que se empezará a contemplar en 1888, y siempre hablamos de mujeres de clase alta, personas con recursos que obtienen del gobierno estos permisos especiales para ir a la universidad”. Y hasta 1910 no hay equiparación de derechos, se suprimen las restricciones de acceso a los estudios universitarios para las mujeres y se hace la habilitación profesional de los títulos expedidos a las mujeres, comenta Ramón Dilla.
“Todo esto fue una lucha y Maseras fue una de sus protagonistas”, amplía Cabanyes. Esta experta cuenta que en siglo XIX no se consideraba que las mujeres pudieran tener derecho a una instrucción, “se las educaba para la esfera privada, para que pudiesen ser buenas hijas, buenas esposas o buenas madres, pero no se consideraba que tuvieran la suficiente capacidad para hacer unos estudios, y menos unos estudios superiores”. Elena Maseras luchó contra esto, “ella estaba convencida de que la mujer tiene las mismas capacidades que el hombre. Ella luchó por el bachillerato, por la educación superior y luego por tener un título oficial”.
«Conforme se iban matriculando, pidiendo autorizaciones y reclamando, primero Maseras, luego Aleu y Castells, en España se iban haciendo públicas estas cosas y se generó un debate social muy importante en el que se discutía si las mujeres tenían derecho a tener una educación o instrucción y si tenían derecho a la educación superior”. Esto derivó en dos congresos pedagógicos, en el primero se llegó a la conclusión de que las mujeres tenían el mismo derecho que los hombres a tener una educación. En el segundo, que se celebró unos años más tarde, «participaron algunas mujeres, y se empezó a valorar a qué tipo de estudios podrían acceder. Se planteó si realmente se podía ‘autorizar’ que las mujeres tuviesen una titulación universitaria o si se debería plantear una educación diferenciada para ellas. Estos debates duraron bastante tiempo”.
No obstante, no se llegó a una conclusión clara. “Las pocas mujeres que había en ese congreso decían que sí, que había que darles los mismos derechos que a los hombres, pero también había ciertas posiciones que decían que no, que había que esperar, que esto no estaba nada claro”, señala Cabanyes.
La carrera posterior de Maseras
A todo esto, en 1882 Maseras puede hacer el examen de grado de licenciatura, y también empezó a hacer asignaturas del doctorado, esperando que mientras tanto se fuese solucionando todo el tema de las autorizaciones, “pero llegó frente a un profesor que era muy conservador, vamos a decir, que era el profesor de Historia de las Ciencias Médicas, que dijo que no, que todos los papeles que ella le estaba presentando eran falsos y que no la iba a examinar porque no quería doctoras con faldas. Por mucho que Maseras le dijo que los papeles habían sido expedidos por la secretaría de la universidad, este señor, el doctor Tomás Santero, dijo que no”, explica esta experta.
Sí que hubo, en cambio, profesores que ayudaron a que estas primeras mujeres universitarias lo tuviesen un poco más fácil en sus estudios, como el doctor Giné i Partagàs y el doctor Letamendi. El doctor Letamendi recomendó, continúa Cabanyes, “a Maseras que volviera a trasladar su expediente a Barcelona, porque como ella había hecho los estudios allí quizá mediante la presión de los profesores pudieran conseguir algo más de lo que ella estaba consiguiendo en Madrid”.
Mientras tanto, empezó a estudiar Magisterio y se acabó licenciando en esta carrera, «que sí que era aceptada para las mujeres, digamos. Pudo ejercer esta profesión, en Vilanova i la Geltrú (provincia de Barcelona) y luego ganó una oposición en Mahón, Menorca».
Maseras estaba “muy desanimada por estas continuas dificultades”, amplía Ramón Dilla. Ella acaba aprobando toda la carrera de Magisterio y empieza a trabajar como maestra, y es en Mahón donde hace su gran aportación, porque llega a directora de la primera escuela de niñas de Menorca. Parece que tiene una vida muy activa, intentando organizar unos juegos florales y varias iniciativas culturales”, concluye.
El contexto de la historia de Maseras
La vida de Elena Maseras se circunscribe en un momento en el que en el mundo “se empezaba a hablar de estos derechos de las mujeres. Sin embargo, había muchas personas contrarias y mucho desconocimiento, muy poca cultura y mucho analfabetismo”, comenta Olga Cabanyes. Por ello, Maseras es pionera, porque tuvo “las ideas muy claras y por luchar todo lo que pudo para conseguir su sueño, que era ser doctora”.
Quizá se conozca más a Dolors Aleu porque se licenció y se doctoró y ejerció la medicina; Martina Castells “no ha sido tan conocida porque murió muy joven. Digamos que Elena Maseras ha quedado como una figura olvidada cuando no debería ser así, porque fue realmente la primera que estuvo luchando, exigiendo mediante escritos, mediante cartas, informes… solicitando, rogando… que se le concedieran estos derechos. Y en esos momentos era totalmente impensable”. De hecho, solo hay una fotografía de Maseras, la de su orla, que está claramente identificada. “Hay otra imagen que se ha atribuido erróneamente a Maseras y se ha ido difundiendo, pero no era ella. Era una doctora en Filosofía llamada Ángela Carraffa de Nava”, explica.
Esta experta destaca que estas mujeres “interesadas en aprender, por el conocimiento y la cultura” se enfrentaron a descalificaciones en ciertos círculos. “Se las trataba de marisabidillas, de parlanchinas, de bachilleras, incluso de marimachos… Como si no supieran lo que dicen o no tuvieran la suficiente capacidad. Y se hablaba de que si las mujeres adquieren esta cultura iban a ser pedantes, ridículas, etc.”.
En Estados Unidos y en Europa, continúa, se estaba empezando a hablar de estos derechos, pero en España, lo que hizo Maseras “tiene mucho valor. Estábamos más atrasados, había mucha pobreza y analfabetismo en esa época”. Los problemas que tuvo al intentar matricularse en el doctorado hicieron que el caso fuera “muy famoso en todo el país, y se creó un gran debate social, con mucha gente en contra y unos pocos a favor”.
De acuerdo con el conocimiento de Cabanyes, en el mundo anglosajón estos movimientos eran “mucho más fuertes y ya se habían creado instituciones educativas especiales para mujeres, donde ya podían estudiar, así como centros de enseñanza secundaria exclusivos para mujeres, universidades exclusivas para mujeres… Pero aquí esto no se dio, digamos que aquí lo que demostró Maseras es que las mujeres podían acceder a la universidad y lo que quería ella era que fuese en las mismas condiciones que los hombres”.
Esto, insiste, no se consiguió hasta 1910, cuando se reconoció la igualdad de matriculación en la universidad de hombres y mujeres y la igualdad de los títulos universitarios obtenidos por mujeres y hombres.
Esta experta concluye al afirmar que esto “fue todo un camino y creo que es una figura que debería ser más conocida, porque las que vinieron después, Aleu, Castells y muchas otras, lo tuvieron un poquitín más fácil porque antes había habido una Elena Maseras».
Fuentes
Universidad de Barcelona
Universidad Complutense de Madrid
Entrevista con Olga Cabanyes, técnica especialista en Biblioteca de la Universidad de Barcelona
Declaraciones de Ramón Dilla, profesor de la Facultat de Geografia i Història de la Universidad de Barcelona